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DE AMOR, TALENTO Y LOCURA ENTRE LOS ARTISTAS DEL MÉXICO DEL SIGLO XX

El amor, uno de los sentimientos más complejos y contradictoriamente vitales para la sociedad, es y seguirá siendo motor principal detrás de la creación humana; y por supuesto, el mundo de las artes no es ajeno a ello. Muchos han sido los artistas mexicanos, entre plásticos, fotógrafos, pintores y poetas, quienes han sucumbido ante las mieles del amor, y es atinado apuntar que muchas de las grandes obras románticas que atesoramos hoy día deben su razón de ser al contexto emocional que rodeó al autor.

Posiblemente una de las parejas más famosas del arte a nivel global; Frida Khalo y Diego Rivera, son el ejemplo perfecto de un romance tan turbulento como real. Llevó a la pintora capitalina a desarrollar obras como Diego y yo; un retrato miniatura doble en donde revela la crucial simbiosis artística que sostenía con el muralista. Frida lo trata como su gemelo y escribe al respecto en su diario en 1944: “cada momento él es mi niño, mi niño nacido de mí misma”.

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«No se trata de decir que, en todos los casos, ellas fueron artistas tan importantes como sus maridos, pero sí que no fueron personajes insignificantes. Queríamos demostrar que el arte no es el resultado de un genio solitario y masculino».

Jane Alison, jefa de artes visuales del Centro Barbican en Londres, habla con El País sobre ‘Modern Couples’, una exposición del 2019 centrada en los binomios sentimentales, pero también artísticos, que formaron personajes fundamentales del arte del siglo pasado. La muestra aborda un enfoque elemental sobre cómo ciertas artistas y genias acabaron eclipsadas por el amor romántico, y sus respectivas parejas.

«Generalmente los artistas exitosos están rodeados de una cadena de ayudantes mujeres, musas, modelos, mecenas, que se mantienen en el anonimato. Las artistas que se rehusaban a sacrificar su creatividad a cambio de estar al lado de un artista, la tuvieron muy difícil».

La historiadora de arte, Renate Berge, ratifica a Deutsche Welle la teoría expuesta por ‘Modern Couples’. Ofrece como ejemplo a Sonia Delaunay, pintora y diseñadora francesa quien se sometió voluntariamente a su marido, Robert Delaunay, pionero del arte abstracto en el siglo XX.

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PAREJAS EN EL AMOR Y EN EL ARTE

Nahui Ollin y Dr. Atl

Un amor pasional, devorador, que quema todo lo que toca. Así fue la relación de la poetisa Carmen Mondragón y el pintor Gerardo Murillo, quienes desafiaron los estándares más conservadores de la Ciudad de México post-revolucionaria.

Durante los 5 años que duró el idilio, ambos alcanzaron su respectiva cumbre artística. Mondragón, habiendo adoptado el nombre de Nahuin Ollin (idea de Dr. Atl, sobrenombre que Murillo se puso a sí mismo); transgredió las normas de lo establecido, y fue una de las primeras modelos de desnudo, llegando a ser re-imaginada como “Erato” por Diego Rivera.

Sin embargo, debido a diferencias temperamentales, artísticas e incluso de edad, la relación terminó y no en los mejores términos. Prueba de ello son las decenas de cartas que intercambiaban. La poeta le redactó al rededor de 200 misivas.

«Sé que me amas, sé que me amas intensamente y que yo sola lleno tu vida, sé que tu fidelidad es absoluta porque sé que tu ardimiento no encontrará nunca nada en que derramarse más que en mí, y porque sé que mi belleza es superior a todas las bellezas que tú pudieras encontrar».

Tina Modotti y Edward Weston

En los años veinte, Edward Weston era un fotógrafo medianamente reconocido, dueño de un estudio fotográfico en California pero, como todas las joyas en bruto, sus austeros retratos disimulaban un talento particular. Tina Modotti, 10 años más joven, nació en Italia y emigró con su familia a América en 1913, estableciéndose en San Francisco.

Primero modelo, después aprendiz, asistente y finalmente amante, Modotti se convirtió en musa y colega del estadounidense, y juntos consumaron sus carreras desarrollando la llamada «fotografía directa».

Radicaron en México por algunos años, y cuando la relación terminó, Modotti abandonó la foto para fortalecer su militancia política en el país (terminó siendo extraditada), mientras que Weston continuó en la profesión hasta los últimos días de su vida.

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Lola y Manuel Álvarez Bravo

La dupla Álvarez-Bravo se conoció por casualidad, siendo vecinos, en la capital del país en los años veintes. Dolores Martínez de Anda y Martín Álvarez Bravo se casaron en 1925 y juntos comenzaron un enriquecedor camino exploratorio en el campo de la fotografía.

Lola, quien adoptó hasta el final su apellido de casada, es considerada como la primera fotógrafa mexicana y pionera en el campo de la foto documental, humanista y modernista. Manuel, autodidacta en su profesión, es figura emblemática del periodo posterior a la Revolución conocido como renacimiento mexicano.

Durante los primeros años en los que los Álvarez Bravo trabajaron juntos, sus estilos fueron muy similares. Al cabo de un tiempo, en 1934, sus inquietudes, temáticas y decisiones estilísticas tomarían caminos diferentes, al igual que sus vidas.

María Izquierdo y Rufino Tamayo

A los 25 años de edad, y siendo madre de tres hijos, María Izquierdo ingresó a Escuela Nacional de Bellas Artes, en donde Diego Rivera era director. Siendo la alumna más destacada de su generación, Izquierdo abandonó la vida académica prematuramente, víctima del machismo flagrante de la época.

«Era entonces un delito nacer mujer, y si la mujer tenía facultades artísticas, era mucho peor», Memorias de María Izquierdo, 1953.

Poco después conoció a Rufino Tamayo, quien para ese entonces ya había expuesto y residido fuera de México. Se ofreció a orientarla en el uso de acuarelas y entonces, empezaron una relación sentimental. Compartieron un estudio en el Centro Histórico de la Ciudad de México de 1929 a 1933; y durante su acompañamiento reconocieron ciertas afinidades estéticas. Naturalezas muertas, niños y retratos predominaban en su obra.

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Elena Garro y Octavio Paz

Sumisión, tradición patriarcal, vida doméstica contra vida pública, lucha de intelectos. Esos fueron los factores que rigieron la tormentosa relación entre Elena Garro y Octavio Paz.

Se conocieron en la UNAM, y al cabo de un par de años como pareja, contrajeron nupcias en 1937. No obstante, el enlace siempre estuvo comprometido, pues Garro confiesa en sus memorias haber sido llevada al juzgado sin su consentimiento. Así comenzó la unión que mantuvo durante 24 años con el ganador del Nobel de Literatura.

Presa en una jaula creativa (por el temor de eclipsar a su marido), Garro se decantó en el periodismo pues, «ahí no podía opacar a nadie». Sin embargo, su inventiva como narradora fue versátil: dramaturga, novelista, ensayista, cronista.

La frustración de formar parte del grupo intelectual -y patriarcal- de la época, en conjunto con la opresión ejercida por Octavio Paz; la llevó a intentar suicidarse dos veces. Finalmente el divorció llegó en 1959.

Rina Lazo y Arturo García Bustos

A los 23 años edad, Rina Lazo, de nacionalidad guatemalteca, obtuvo una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda y su profesor, Andrés Sánchez Flores, consideró que tenía mucho talento y la llevó a trabajar en ‘Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central’, el icónico mural de Diego Rivera, originalmente ubicado en el Hotel del Prado.

Fue Rina quien molió los colores plasmados en la imponente asignación de 15×4 metros. «Aprendí del maestro Rivera cómo se molían los pigmentos, la técnica del fresco, las secciones áureas», diría la artista para La Jornada.

A su compañero y colega de vida, Arturo García Bustos, uno de los últimos aprendices de Frida, lo conoció en 1946:

«Me dijo un día el maestro Rivera que los alumnos de Frida estaban preparando un cartel grande para el primero de mayo, que fuera porque iba a aprender cómo se pintaba un mural, desde la composición. Yo le hice caso y me tocó ver cómo estaba Arturo dirigiendo la tarea. Se extendía la tela sobre el piso, se dibujaba y se pintaba en unos días. Desde ese día que nos conocimos, ya no nos separamos».

Rina y Arturo consumaron un amor de 60 años, que trascendió luego del fallecimiento del maestro Bustos en 2017. Ella murió dos años después. El que fuera su hogar, ubicado en el barrio de La Conchita en Coyoacán, funciona hoy día como galería de arte.

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