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Angélica Escoto: la importancia del discurso en la fotografía

La fotografía va más allá de capturar un momento a través del lente de un artefacto. El piso político, los ideales, la emoción y el sentimiento se apoderan del instante que la vida regala y que se precisa guardar en una imagen. Las maneras en cómo se induce el amor por la imagen son diversas y cada artista tiene una historia detrás del deseo de congelar momentos. Para Angélica Escoto, fotógrafa mexicana, esta pasión nació de ser una “devoradora de libros”, ejercicio que llegó a ella en la secundaria y se profundizó en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, donde una clase de Literatura Hispanoamericana le avivó el amor por los libros.

En un principio, la fotografía le provocaba un sentimiento de miedo, pero al observar trabajos ajenos donde la estética de la imagen resaltaba se dispuso, hace 15 años, a elaborar fotografía de manera disciplinada. Angélica migró a la ciudad fronteriza de Tijuana por cuestiones laborales y ahí encontró un nicho bastante agradable. Al ser bien recibido su trabajo, decidió profesionalizarse para trabajar de manera más enfocada.

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“Decidí colocar un anuncio en San Diego ofreciendo mis servicios como fotógrafa para eventos sociales. Yo nunca había hecho fotografía de evento, pero como vi que había dinero, me funcionó. Aparte, con la referencia de mis maestros que me decían que podía buscar imágenes con mi ojo.”

Tres años después de iniciarse como fotógrafa de eventos sociales, decidió buscar más allá del registro visual cotidiano de eventos como las fiestas de quince años al sorprenderse y enamorarse de la forma de vida de los mexicanos en Estados Unidos. Cada semana tenía un evento de donde obtenía aproximadamente 500 fotos que le causaban estrés por el proceso de edición arduo y la cercanía del próximo evento.

“El domingo yo no me podía levantar puesto que es un trabajo de 12 horas, muy pesado. Esto me hizo respetar muchísimo a los fotógrafos de fiestas porque es un trabajo muy fatigoso y estresante. En mi caso, el hecho de tener que cruzar la frontera y no saber qué tanto tránsito iba a haber, me hacía levantarme a las cuatro de la mañana con maleta lista sin salir los viernes para poder estar a tiempo en la dirección”

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Lo impredecible de la frontera la orillaba a tomar precauciones y salir con horas de anticipación para no faltar al compromiso laboral. Lejos de la desdicha del desvelo, el gusto que comenzó a tomar por ese trabajo la llenaba de satisfacción a manera de permanecer con el ojo atento a cualquier instante que saliera de lo cotidiano de un evento social. Inmiscuirse en esta labor la llevó a darse cuenta incluso, de la precariedad de las familias que no atentaba contra la necesidad de preservar tradiciones como lo son las fiestas de quince años. 

“Allá en San Diego las fiestas terminan temprano porque la gente se ahorra el pago de un salón haciendo la fiesta en el patio de la casa, pero la policía a las siete de la noche ya estaba insistiendo en que si no tenían un permiso de la ciudad, les entregarían una multa porque las leyes de sonido son muy distintas. Este horario me permitía conocer a la familia más allá de la transacción de trabajador y cliente.”

La reflexión en la fotografía no está aislada. Angélica descubrió esto como un lenguaje, una herramienta para señalar o hablar de ciertos temas. Un recurso que se transformó en un archivo de fiestas de quinceañeras hijas de indocumentados de 2007 a 2019 que pretende que sea un registro vivo que en años posteriores, tendrá otro discurso y una valoración distinta. 

“La fotografía es como las palabras. Están en todos lados y son las mismas y tú lo que haces es agarrarlas y hacer algo. Todos tenemos las palabras, ahora también, tenemos imágenes y hay que preguntarse ¿qué hacemos con esto?.”

Para Angélica, la fotografía actual y el uso de dispositivos móviles para nombrarse fotógrafo le resulta muy interesante porque durante su escolaridad, el uso de rollo le provocaba terror al sentir el permanente miedo de echar a perder una película con gente que estaba pagando por su trabajo. La artista visual ve más difícil ahora capturar imágenes y desarrollar un discurso, porque la volatilidad de los contenidos hace que la gente consuma y deseche.

“Esto es como la música, aunque la música sea mala te pueden dar millones de likes pero después todo mundo te olvida. En el arte perdura quién es constante o tiene algo qué decir. Entonces yo pienso que para los autores de fotografía es más difícil que nos volteen a ver si no hay un discurso realmente propositivo.”

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Angélica Escoto trabaja con películas de 35mm y 120 mm, pero el encarecimiento de los insumos para el revelado es una constante en la realización de su arte, del cuál, lo análogo es su sello de trabajo. La textura, el aura y los toques de color son imprescindibles en sus proyectos. Valora mucho el hecho de que ahora los jóvenes retomaron la película pero reitera que falta discurso en la imagen para valorarla realmente.

“El discurso se elabora a partir de saber qué se quiere decir. Porque puede ser la foto más fea y más chueca pero si se tiene una propuesta real, la foto es valorable. El tiempo pasa muy rápido y si no se tiene nada verdaderamente valioso, el trabajo se va a la basura. Igual puede encontrarlo alguien tiempo después y empoderar ese trabajo.”

Angélica es reiterativa en la edición como parte vital de la fotografía, al igual que en el cine o la escritura. Para la autora, la fotografía debe interiorizar, intensificar las ideas y proponer, de igual manera que en la escritura. 

“Antes los fotógrafos éramos los poderosos. Todo mundo se fijaba en tu cámara pero ahora dicen “qué pinche hueva andar cargando esa camarota” si ya hay un celular y bye. Porque no la quieren para hacer arte, la quieren para un registro sencillo.”

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La propuesta individual le resultó difícil de un inicio por no creer en su propio trabajo. Elsa Medina y Javier Ramírez Limón, profesores que marcaron su trayectoria, le mostraron lo importante de desarrollar una propuesta a partir de estudiar y leer. Sin embargo, aún con los conocimientos bien cimentados, tristemente se suma a los artistas que declaran lo difícil que es mantenerse del arte que crean.

“Me dedico cien por ciento a ordenar todos los proyectos que tengo. Escanear fotografías para resolución grande y editar. Por tanto, yo requiero de un presupuesto que pague mi trabajo y el de un ayudante, sin embargo, esto no es posible. Yo sé que yo debería vivir de esto. Vender mi archivo viva, no muerta, pero siempre me pregunto ¿cómo lo hago?”

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La individualidad y originalidad es un estandarte de vida artística para Angélica. Las ideas claras respecto a lo que se requiere posicionar deben ser primordiales para la realización de imágenes. Una fotografía habla más que mil palabras, siempre y cuando estas sean realizadas como un proceso de registro que realmente desee guardar memoria y no una pieza más que se quede perdida en la nube.

El proceso de reconocimiento del trabajo de Angélica Escoto ha sido más valorado en el extranjero que en su propio México, y tiene muy en mente la virtualidad como elemento imprescindible para la difusión y el pago de su exquisito trabajo. En España recibió una mención honorífica para valorar el poder de su ojo, pero la labor de posicionar lo que ella hace por amor a la captura ha sido trabajosa en su propio país. 

Mirar lejos de lo cotidiano, expresar a través del propio lente es una virtud que se adquiere a partir del deseo de hablar por medio de lo que el ojo inquieto puede observar en medio de lo plano que a veces resulta la existencia. La fotografía para Angélica Escoto es un medio de expresión de todo aquello que alberga su ser y sin duda, es una labor digna de recorrer para conocer la intuición y la estética detrás de la artista. Aquí te dejamos su página oficial. 

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