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La historia de la artista trans Barbette y su vida hecha espectáculo

¿Quién en su niñez no anhela el heroísmo? El logro dotado de atuendo, actitud, entrega y pasión. El número principal, el acto heroico, la vida misma. En ella se funden los personajes, se mimetizan los rasgos y las líneas de la definición se difuminan. El recato se diluye y lo que sobresale resulta la esencia misma del ser, del momento, de la conexión con el público. La artista trans Barbette resulta una persona con su respectiva historia, fascinante para la época, para el mundo artístico, y para la lucha por el reconocimiento de las personas.

La fascinación por Shakespeare desató el apetito por el heroísmo, por representar un papel pensado para una mujer. En 1918 la mística artista llegada al mundo bajo el nombre de Vander Clyde, a la corta edad de 14 años, tomó el rumbo de la inquieta errante. Su intención era forjarse una carrera en el mundo circense. Su ideal siempre fue el de encarnar una belleza extraña. A través de la acrobacia aunada a la oportunidad de sustituir a una de las famosas hermanas Alfaretta, la artista trans Barbette encontró en la feminidad la ocasión e identidad idónea para volver vistoso su acto. Proveer a su acto de mayor dramatismo.

Descendió de las alturas, de lugar predilecto. Se despojó de su peluca y reveló una aparente condición masculina. Lo inmediato fue la sorpresa, la conmoción. Pronto, la naturaleza de la belleza extraña, la presencia artística imponente de la artista trans Barbette, generó los merecidos aplausos. El inevitable reconocimiento de lo hermoso.

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Elegancia y fuerza, sutileza y resistencia. A lo largo de su acto encarnaba misterio. La culminación de su número, a manera de degradado y con un improvisado y delirante striptease, demostraba que la finalidad de su puesta en escena, siempre fue la del heroísmo en vida: transmitir un poderoso mensaje.

La poesía de Jean Cocteau convirtió en letras un poco de la esencia de la artista trans Barbette. Magia que caía de lo alto, de ese lugar al que pertenece lo heróico. Criatura deslumbrante, musa parisina. Su amigo Man Ray retrató su proceso de transformación. En la privacidad de su camerino, la peluca, el torso desnudo y el maquillaje permitieron que se capturara lo instantáneo del momento.

Para Cocteau la esencia de la artista trans Barbette no era la de un hombre que no se identificaba como mujer. Se trataba a todas luces y en las sombras, de un ser que aprovechaba la teatralidad para fluir libremente entre ambos géneros. La “extraña belleza” a la que aludía Barbette podría interpretarse como un performance transgénero. Nunca se trató de un número circense y ya, sino de un acto de mistificación. Un juego de roles que deambulaba entre lo masculino y lo femenino, que difuminaba patrones hasta llegar a confundirlos.

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Cocteau, como amigo, espectador y admirador de la artista trans Barbette, comprendió que la heroína no imitaba a otra mujer. Su heroísmo la llevó a encarnar un sexo y una esencia más allá de la naturaleza. La acrobacia de Barbette, fusionaba lo poderoso de un cuerpo con la gracilidad de moverse por los aires. Un ave que desciende y no deja de aletear. Qué importaba su género, si lo único que se quedaba en la mente eran las figuras que formaba en el espacio de la nada con el todo de su presencia.

Lo heróico del acto de la artista trans Barbette, residía en la naturalidad de ser. El acto era su persona, lo provocativo y radical de aspirar al surrealismo. A pesar del rechazo de Bretón, y del arraigado machismo de muchos de los exponentes surrealistas, la fotografía de Man Ray capturó lo sobrenatural, angelical y perfecto de la satisfacción de Barbette de ser. Forma y piel etéreas, musculatura y tersura.

Como acto final de la irrupción personificada, la artista Barbette decidió que lo heróico de su paso por la vida debía terminar en lo teatral del suicidio. Se dio a conocer en Inglaterra, Estados Unidos y por toda Europa con su vuelo libre y desenfrenado. A los 74 años puso fin a su palpitar, descendió con un dolor crónico en carne, hueso y alma, para no subir más. Al menos no con su controversial cuerpo, pero su lugar en lo alto de los cielos se mantendrá intacto.

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