Existe un gran problema en nuestra sociedad y cada vez más es evidente gracias a los esfuerzos y las luchas de las mujeres que alzan la voz día a día.
En el área de las ciencias ya no nos sorprende que muchas mujeres científicas hayan sido opacadas por hombres y no precisamente por una vía justa.
De hecho, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tuvo que proclamar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña y la Ciencia en el año 2015. ¿Por qué? Bueno tal parece que
“la brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, están todavía insuficientemente representadas en estos campos”.
Desde entonces se han realizado esfuerzos desde distintas instituciones para colaborar a la visibilización de las mujeres en la ciencia. Pero como bien sabemos no es suficiente.
¿El origen?
Efectivamente, esto tiene su núcleo en tiempos ulteriores. Comenzando por el acceso de las mujeres a la educación, simplemente nulo. Y las pocas que lograron entrar, fue por razones de privilegios socioeconómicos, aunque tal como hemos escuchado, también entraron las valientes que se hicieron pasar por varones.
Si crees que eso ya es bastante show imaginate que en algunos lugares estuvo prohibida la admisión de mujeres en centros de educación superior. No lo decimos nosotr@s lo dice la historia. Por ejemplo, el caso de la Universidad de Bolonia, Italia. Checa nadamas este decreto de 1377 por parte de esta institución:
“Ya que la mujer es la razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso y de la destrucción de la antigua ley, y ya que en consecuencia hay que evitar todo comercio con ella, defendemos y prohibimos expresamente que cualquiera se permita introducir una mujer, cualquiera que ella sea, aunque sea la más honesta, en esta universidad”.
Huele a pensamientos religiosos bastante dogmáticos, pero lo verdaderamente interesante es lo que no se dice.
¿Y qué no se dice?
En una investigación de la doctora y socióloga autora de diversos artículos y libros sobre género, Alicia Itatí Palermo de la Universidad Nacional de Luján (Argentina). Menciona que en casi todos los países las primeras universitarias fueron médicas. ¿Coincidencia?
Probablemente y según otros autores,
“el impulso a la medicina parecía natural en las mujeres, tan natural como la enseñanza, pues las esposas y madres eran en el siglo XIX, como lo habían sido siempre, las supervisoras de la salud y las enfermeras en el hogar”.
Y en otra investigación que data de los años 70 de las autoras feministas Barbara Ehrenreich y Deirdre English aportan:
“Durante siglos las mujeres fueron médicas sin título; excluidas de los libros y la ciencia oficial, aprendían unas de otras y se transmitían sus experiencias entre vecinas o de madre a hija. La gente del pueblo las llamaba ‘mujeres sabias’, aunque para las autoridades eran brujas o charlatanas”.
Es por eso que muchas mujeres en la actualidad reivindicamos la figura de la bruja y la sabia, porque su origen tiene mucho más lógica que los cuentos sobre las brujas nefastas y malvadas que vino a sustituir la imagen de la mujer conocedora de la sanación.
¡Nada del otro mundo, demasiada ficción!
Por eso te compartiremos tan solo algunas de las mujeres científicas más antiguas de las que se tiene registro.
María la Hebrea, inventora del famosísimo “baño maría”, justo lleva su nombre. Vivió entre el siglo I y II de nuestra era en Alejandría, Egipto. Se trata de una importante alquimista, así la describe Margaret Alic en su libro sobre la historia de las mujeres en la ciencia:
“Las bases teóricas y prácticas de la alquimia occidental, y por lo tanto de la química moderna, se deben a María la Hebrea. Aunque sus teorías habían de tener influencia, fue ante todo una inventora de complicados aparatos de laboratorio para la destilación y la sublimación. Después de casi 2 mil años, su balneum mariae sigue siendo una pieza esencial en el laboratorio”.
Se sabe que en la época hubo otras mujeres alquimistas como Cleopatra (así firmaba), María la Hebrea es de las únicas de las que se tienen indicios documentados y de los más antiguos.
Otra mujer que seguramente te suena es Hipatia. Se le considera la primera mujer científica porque su vida está bien documentada. Vivió aproximadamente entre el año 370 y 416 de nuestra era y también de Alejandría. Filósofa y maestra neoplatónica griega y lo suyo eran las matemáticas y la astronomía.
La misma Alic piensa en que Hipatia es considerada la última científica pagana, pues su muerte fue un asesinato, probablemente ordenado por algún líder de la fe católica. Paradójicamente eso le permitió trascender la época del oscurantismo.
Lo triste es que estos actos fueron muy comunes, tanto que hasta tiene un nombre “Efecto Matilda”. Que es cuando un compañero colega te roba los créditos por tu chamba. Y he ahí el verdadero problema.
Una explicación nos la da otra mujer socióloga Uxune Martinez Mazaga en un artículo sobre mujeres, ciencia y discriminación. Era de suponerse el origen irónico de este efecto pues se relaciona con el “Efecto Mateo”. Donde en la comunidad de investigadores están los consagrados y los que apenas comienzan, que aunque con buenas investigaciones, reciben menor cantidad de menciones e incluso pueden quedar permanentemente a la sombra de los más famosos.
Algo así como cuando entregas tu tesis y no recibes mayores congratulaciones pero de pronto encuentras que tu profesor la publicó en un otro lugar y hasta tuvo el cinismo de no cambiarle el título, no´más por consagrado.
Pero si crees que eso es lo irónico, «te falta más box». Porque lo verdaderamente irónico es que el sujeto que dio a conocer este fenómeno es un sociólogo llamado Robert K. Merto en los años 60.
Él se basó en el trabajo de Harriet Zuckerman, una mujer investigadora, pero se negó a reconocer públicamente el trabajo de ella. ¿Qué cómo es eso posible?
Bueno, como todas las historias trágicas, se descubre el crimen mil años después, en este caso 20. En los 90, la historiadora Margaret W. Rossiter sacó a la luz lo ocurrido en el transcurso de la definición del efecto Mateo para explicar la discriminación sistemática que ha sufrido la mujer en el ámbito de la ciencia. ¡Buena esa Rossiter!
“(…) haciendo honor al nombre de Harriet Zuckerman y al de la activista en pro de los derechos de las mujeres, Matilda Joslyn Gage, quien fue la primera en hacerse eco de este hecho. De esta manera, la discriminación que han sufrido las mujeres en la ciencia ha sido conocida desde 1993 gracias a Margaret W. Rossiter con el nombre de efecto Harriet/Matilda (aunque hoy en día se conozca como el efecto Matilda)”.
Y ahí va un breve mención de mujeres científicas que fueron víctimas del efecto Matilda:
Jocelyn Bell Burnell: Astrofísica irlandesa que descubrió la radioseñal de un púlsar mientras realizaba su tesis doctoral en el equipo del astrofísico Tony Hewish, pero fue este quien recibió el premio Nobel.
Lise Meitner: Fue una física que explicó el fenómeno de la fisión nuclear, pero fue su colega Otto Hahn quien se llevó el crédito por eso y también un premio Nobel.
Lo lamentable y lo esperanzador
Bueno evidente aunque estamos en el siglo XXI el efecto Matilda sigue ocurriendo pero encontramos una red que coordina la física y Dra. Lilia Meza Montes llamada Red Mexicana de Ciencia, Tecnología y Género (Red Mexciteg)
Surge en 2012 y tiene el objetivo de realizar el:
“análisis crítico de la Ciencia y Tecnología desde una perspectiva de género a nivel nacional y por estados, que permita conocer y visibilizar el ingreso, participación, evaluación, promoción y reconocimiento de las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología en México, así como formular recomendaciones e incidir para garantizar la equidad en la ciencia, con acciones a escala local, regional y nacional”.