La brujería ha sido un tema que siempre ha causado miedo pero también una extraña fascinación. El poder que le ha sido conferido a las mujeres ha sido criticado, menospreciado, señalado, castigado pero también investigado. Si bien no toda la brujería es oscura ni pertenece al diablo, en tiempos antiguos los saberes no reconocidos siempre eran relacionado a pactos demoníacos que podían condenar a todos aquellos que se relacionaran con esto. La brujería en el arte fue una forma de visibilizar el poder y la magia.
Los finales de la Edad Media fueron el nicho para las leyendas e historias sobre mujeres «libertinas» que realizaban pactos con Satanas para obtener beneficios como poderes o vida eterna. Era una constante escuchar relatos sobre féminas que poseían poderes sobrenaturales o conocimientos fuera del alcance de un mortal común y corriente. La aceptación del cristianismo como única religión desató una «cacería» de brujas y una extraña fascinación por la herejía y la magia.
Sin duda, pese a la conocida pena por la práctica de artes oscuras, la brujería en el arte encontró un lugar donde se representaba a las brujas: mujeres libres conviviendo con seres condenados por la historia a su relación con el oscurantismo: gatos negros, murciélagos, gallinas y gallos negros. Pero también, la desnudez, la sexualidad y la relación con el rey de las tinieblas era permanente en la representación de lo que la gente conocía por advertencias cristianas pero poco se adentraban a investigar por temor. Ni siquiera temor a lo desconocido, sino al castigo del Creador por un acercamiento genuino.
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La brujería en el arte fungió como una forma de retratar lo que la gente desconocía pero urgía ver. Una vista desde el arte sobre las brujas: esos personajes femeninos que volaban sobre escobas y se bañaban en sangre de animales previo a orgías con el mismísimo demonio. Mujeres vistas desde la religiosidad como pecaminosas y condenadas a arder en una hoguera por conocer sobre plantas o sanación de los humanos.
Hembras destinadas al escarnio público por el temor al castigo divino o la obediencia absoluta de una doctrina basada en escrituras que condenaban la sabiduría en las mujeres. Femeninas a las que se les hizo un velo de misticismo, miedo y horror alrededor de ellas para evitar su cercanía a la normalidad de la época y las que, el arte poca justicia les hizo para dilapidar los mitos. La brujería en el arte tuvo un impacto inmediato en las personas de la época para señalar y castigar a las hechiceras.
Pero, ¿quién las retrató y por qué? Y mejor aún, ¿dónde quedaron las obras de arte que pretendían dar cuenta de lo que significaba la brujería? Muchas obras fueron destruidas por tratar un tema tabú del a época, pero otras fueron conservadas como fieles representaciones de lo que la hechicería y el ocultismo significaba. Aquí te traemos algunos datos sobre las más representativas.
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Brujas yendo al Sabbath
Una de las pinturas más representativas acerca de la brujería en el arte. Obra de Luis Ricardo Falero creada en 1878. Una pieza icónica que muestra a varias mujeres desnudas gozando de la sensualidad, la libertad, y el placer. Las acompañan elementos claramente destacados por su relación con la brujería: animales negros como el gato o los murciélagos y la distribución de los elementos forma una espiral interminable que lleva a no desenfocar en ningún momento la pintura. La Inglaterra victoriana que vio por primera vez el cuadro se escandalizó pero lo afamó al tratarse de un tema sensualmente desconocido.
Actualmente, la pintura pertenece a una colección privada en Monza, Italia. No se conoce el origen ni historia del poseedor. Sin embargo, si se sabe que el cuadro muestra un camino al «sabbath» que puede traducirse también en un aquelarre, palabra de origen euskera que significa «macho cabrío en el prado» una clara alusión sobre las orgías orquestadas entre brujas y Satanás como un reflejo de la devoción que le tenían las mujeres mágicas.
La combinación de las edades y aspecto de las mujeres muestran sin duda, la visibilidad que se le daba a las brujas en distintas apariencias, que pese a ello, todas volaban en escobas y generaban un arquetipo que se conserva hasta la actualidad.
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Escena de brujería
David Teniers «El joven» fue el autor de esta esplendorosa obra de arte. Una imágen que muestra elementos perfectamente asociados a la brujería: escobas, morteros, velas, pociones, un claro altar y una escena donde se alcanza a apreciar a una bestia demoníaca a lado de una mujer que «hechiza» con una varita un mortero y detrás de ella, otra compañera tocando a una mujer del trasero mientras lee un libro.
Las imágenes de bestias infernales «adornan» dicha obra y son el complemento ideal de un «altar» conformado de un cráneo humano y sigilos pintados en el suelo. Una serpiente, cartas y velas son un trinomio digno de citar si de brujería en el arte hablamos. Los colores ocre, predominantes en la obra, le brindan un halo mayor de misticismo.
Actualmente el cuadro reside en el Museo Histórico Alemán sin mayor revuelo o leyendas alrededor de su posesión.
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El conjuro
Francisco de Goya fue un gran representante de la brujería en el arte. Este lienzo fue una de las seis obras encargadas a Goya por los Duques de Osuna para decorar su casa de campo. Fueron las obras más baratas que pintó el artista, cobrándoselas en 1000 reales cada una. A finales del XVIII recorría por Europa una corriente de literatura Sublime-Terrible que volvía locos a los aristócratas: supersticiones, misterios, escenas grotescas e irracionalidad a tope se volvieron lo más solicitado.
Una escena con brujas conjugando frente a un infeliz hombre en camisón blanco. Una pintura que resalta varios elementos acuñados en el ideario de la brujería: Mujeres de apariencia terrorífica conjurando con un libro en mano, bebés en un cesto y un feto siendo «clavado» por alfileres así una figura masculina flotante que bien podría representar al mismo demonio.
La pieza actualmente reside en el Museo Lázaro Galdiano sin mayor premonición ni expectación al respecto. Sin embargo, sí forma parte de las piezas de Goya destinadas a hablar sobre brujería y mujeres mágicas que pactaron con el Diablo para obtener sabiduría y por tanto, le tenían que rendir tributo de alguna manera terrenal como la entrega de almas infantiles a través del sacrificio.
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Alpurgis Natch
La noche de Walpurgis es el título en español de esta obra y el nombre que lleva la celebración conmemorada por las brujas la víspera del 1º de mayo. Esta fecha ya estaba marcada en el calendario cristiano como la conmemoración de la canonización de Santa Walpurga, una abadesa anglosajona a la que se le atribuyen propiedades cuidadoras contra las pestes y la brujería.
En el grabado Walpurgis Natch, del alemán Johan Ramberg, podemos ver el simbolismo que rodeaba a esta fiesta: brujas volando, gente bailando y disfrutando, demonios pegados a la hoguera, un asustado sapo y un misterioso carnero dominando la escena que bien es asociado al mismo rey de las tinieblas.
Se desconoce el destino de este fino y detallado grabado. Sin embargo, es uno de lo más representativos en alusión a la brujería en el arte donde puede detallarse a rienda suelta lo que el imaginario colectivo tenía en mente sobre lo que representaba la hechicería y el culto a una deidad por demás oscura y condenada por el cristianismo.
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El aquelarre
El Aquelarre es la muestra clara de una inclinación hacia las sombras de la pintura de Francisco de Goya. La orientación de una conciencia que transita hacia una oscuridad en la que se regodea quien guste de participar de la soledad, del abandono de lo racional y de la pasión que se sobrepone. Denota un romanticismo crudo, incipiente. Una mente que se desquicia, que retrata el proceso y resultado.
Un animal humanizado de afanes y ademanes que recibe como ofrenda o tributo a niños en diferentes estados, cuya presencia pareciera absorber la esencia de la juventud. Todo alrededor de la criatura laureada, de cuernos de herradura que representan la apertura de caminos, protuberancias que dirigen hacia la mirada hacia la Luna, muere y se degrada.
Atrás del coronado yace lo inservible, lo previamente usado y consumido. El éxtasis es visible en la pupila del ser oscuro, astado, venerado. Nadie salvo él observa hacia un futuro, uno alejado de la luz, con la sombra detrás y la oscuridad por delante. La obra se encuentra actualmente en el Museo Lázaro Galdiano, en Madrid, España. Después de 225 años de creada, el cuadro oscuro prevalece, probablemente por su culto a lo sombrío, a lo tenebroso.