A lo largo del tiempo, el suicidio ha sido un tema prohibido, obscuro y triste. De esa manera es como la sociedad actual lo concibe; aunque es posible encontrar enfoques con un poco más de apertura y de un trato con delicadeza.
Pero ¿cómo fue en tiempos prehispánicos? A estas alturas ya hemos notado que varios de los temas y costumbres se modificaron completamente según las épocas. En este caso, el suicidio era considerado una como una variante del sacrificio humano.
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Nenomamictiliztli
Este acto tenía un nombre en específico. Quitarse la vida voluntariamente era llamado: nenomamictiliztli. Esta práctica que podía considerarse como un autosacrificio y esto no cambió durante ni después de la Conquista.
El enfoque que se le daba, podría remontarse a la creencia de que los dioses debieron tirarse al fuego para la creación de la luna y el sol. Es por eso que hasta cierto punto, se le tenía un respeto al suicidio y a quien decidía realizarlo. Aunado a esto, a la sangre se le daba un significado místico: este tipo de tributo se hacía para calmar y nutrir a la naturaleza. Principalmente como símbolo de fertilidad y, así, generar más vida y abundancia.
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Los nombres más utilizados para referirse a ésta práctica eran: momicti, monomamictia, mopoloa, motlahuelpoloa, mixtlatia y moxochimictia. Estos términos significarían una expresión similar a “matarse a sí mismo”, “matarse por su propia mano”, “matarse tranquilamente”, “destruirse o perderse a sí mismo”, “matarse por desesperación o locura”, “esconderse”, “muerte gloriosa”, por mencionar solo algunas.
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En resumen, lejos de verlo como algo malo o a la persona como una víctima o alguien con cierta enfermedad; el suicidio era una práctica sagrada. Esta información se encuentra en el artículo «Nenomamictiliztli. El suicidio en el mundo natural prehispánico», escrito por Patrick Johansson y publicado en la revista Estudios de Cultura Prehispánica. Ahí se narra cómo los mismos dioses se arrojaron al fuego para «efectuar su transformación en soles», asimismo, relata el suicidio del mismo Quetzalcóatl, quien «después de haber tomado conciencia de la finitud de su existencia, decidió prenderse fuego».