Nació en 1908 con un peso de quinientos ochenta gramos. Su cuerpo de aluminio puro con el frente de cuero es parte de su inmortal elegancia. La acompaña un visor de una calidad mundialmente reconocida. La carga de la película se efectúa con romanticismo por su parte inferior. Su obturador es suave y silencioso; su objetivo de 50 milímetros permite mirar de frente sin parpadear. Pero lo mejor de la cámara Leica M3, fue convertirse en una extensión de la mirada de Henri Cartier-Bresson (1908-2004). Bresson sentenciaba: “Me gusta la cámara más pequeña posible. Si tienes poco equipo, la gente no te percibirá”.
El interés del francés por la fotografía, se inició a los cinco años visitando el estudio fotográfico de su tío, quien era pintor y fue asesinado en los inicios de la Primera Guerra Mundial. Estas visitas hicieron que el niño Henri soñará siempre con pinceles. A los 19 años estudió pintura con André Lhote, algo que le sirvió como base para las incomparables composiciones dentro de sus fotografías. Al regreso de su primer viaje al continente africano, Henri admitía: “el aventurero en mí se sintió obligado a testificar, con un instrumento más rápido que el pincel, las cicatrices del mundo”. Y es entonces cuando compra su primera Leica.
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1926-1935. SU CONTACTO CON EL SURREALISMO
Las primeras fotografías de Henri Cartier-Bresson se vieron influenciadas por el surrealismo del fotógrafo francés Eugène Atget. En las imágenes se vislumbran rótulos de tiendas viejas, mercancías amontonadas, maniquíes e incluso reflejos de vitrinas. Estos fueron temas predilectos de Atget. En sus primeros viajes por Europa, México y Estados Unidos las fotografías de Henri mostraban los conocimientos adquiridos: instantáneas con una composición estética en la que se multiplica la estructura y la textura; geometrías bien definidas y planos en picada y contrapicada.
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El acercamiento con los artistas surrealistas de su tiempo se dio después de conocer al escritor René Crevel, quién consideraba a Henri Cartier-Bresson como alguien “demasiado tímido y demasiado joven para tomar la palabra”. Según Crevel, lo que más resaltaba del surrealismo de Henri era “su actitud: el espíritu subversivo, el placer del deambular urbano, la clara predisposición a acoger el azar”.
Tal vez el punctum barthesiano de las imágenes surrealistas era la deformación, amputación, fragmentación y descomposición del cuerpo humano. Henri Cartier-Bresson no dudó en desfigurarlo para eternizar instantes como el de un hombre que mientras lee el periódico su cabeza se ve sustituida por el nudo de una cortina delante de él.
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COMPROMISO POLÍTICO E INCURSIÓN EN EL CINE
Su anticolonialismo, su postura política comunista y su convicción de “cambiar la vida” llevaron a Henri Cartier-Bresson a utilizar la fotografía y el cine como militante. Para él “la fotografía no era un medio propagandístico, sino una forma de gritar lo que sientes”. Las personas que conoció durante sus viajes a México y Estados Unidos en 1935, estaban comprometidas con la lucha revolucionaria, por lo que a su regreso a París, un año después, se afilia a la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios y comienza a trabajar para la prensa comunista.
En ese mismo año en Estados Unidos aprendió los fundamentos de la cámara de cine y paradójicamente es rechazado por los cineastas Georg Wilhelm Pabst y Luis Buñuel al intentar ser contratado como su ayudante. Cartier-Bresson siempre dijo que el cine le había “enseñado a ver”. En medio de ese proceso de cambio, entre el artista y el reportero, Henri Cartier-Bresson grabó tres documentales, Con la Brigada Lincoln en España, Victoria de la vida y España vivirá, durante la Guerra Civil Española en 1936.
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1947. AGENCIA MAGNUM PHOTOS
En 1946, después de su exposición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Henri Cartier-Bresson dijo:
—No estoy interesado en la documentación. La documentación es extremadamente aburrida y yo soy un pésimo periodista.
Y Robert Capa le contestó:
—Henri, ten mucho cuidado. No debes encasillarte como fotógrafo surrealista. Si lo haces, no tendrás encargos y serás como una planta de invernadero. Haz lo que quieras, pero la etiqueta debe ser fotoperiodista.
Después de esta conversación Henri Cartier-Bresson guardó para su intimidad el surrealismo y juntó con Capa, David Seymour, George Rodger y William Vandivert fundó en 1947 la agencia Magnum Photos, la cual es actualmente un referente mundial en el campo del reportaje de calidad. Durante más de 30 años Henri viajó como reportero gráfico a casi todos los rincones del mundo, trabajando para Magnum y para las revistas ilustradas más importantes de la época. Entre éstas se encontraban Life, Vogue y Harper’s Bazaar.
En paralelo con sus reportajes y de forma independiente Henri Cartier-Bresson retrató las formas, texturas e instantes de la cuestiones sociales que enmarcaron el siglo XX: la independencia de Indonesia, los funerales de Gandhi, la toma del poder de los comunistas en China, su visita a la URSS después de la muerte de Stalin en 1954, sus viajes por diferentes países europeos en los que documentó la construcción de la posguerra. En Cuba la Crisis de los Misiles, de 1963, y las protestas de 1968 en Francia por mencionar algunos.
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Ya entrados los años setenta un Henri con miles de instantes decisivos atrapados por su mirada decide dejar la agencia que fundó con uno de sus mejores amigos, Robert Capa, y se centra en la organización de sus archivos y la publicación de algunos libros. Con una contemplación que sólo la experiencia le regaló Henri regresó a la pintura. Son notables sus autorretratos, en los que el alma se asoma para acompañar su vejez. El 2 de agosto de 2004, a los 95 años, Henri Cartier-Bresson abandonó el mundo sin siquiera irse. Al día siguiente de la noticia uno de sus amigos y admiradores, Raúl C. Cancio Fernández, escribió:
“Hoy te has ido, pero estoy seguro de que estarás como enviado especial no sé dónde y de que volveré a ver nuevas y rotundas fotos tuyas estés donde estés”.
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