Por Feli Dávalos / @feligres
En 2013, el disco debut de Wu-Tang Clan, Enter the Wu-Tang (36 Chambers), cumplió veinte años y escribí al respecto en El Fanzine. El siguiente texto toma algunos elementos de aquél, que además ya no circula en internet.
El hip hop solía ser Nueva York. O viceversa. Es igual. De lo más sucio de la puerca entraña de Nueva York surgió este espejo sonoro de la supervivencia frenética en la megápolis. Sobre todo la de los años ochenta (que tiene poco que ver con el Nueva York de ahora, pináculo universal del hipsterismo más ilustreitor y pedereitor).
Un funky break de batería y chasquidos de dedos, una línea de bajo y aplausos, eran el equivalente al ritmo intrincado del metal contra metal y goma de un vagón del metro paseándose todo pintado en el subsuelo. Public Enemy hizo del scratch un monumento de expresividad posmoderna, con snippets de diálogos de películas y chillidos de trompeta como amplificadores estereofónicos de la cacofonía callejera en hora pico.
MC’s como Rakim o Big Daddy Kane movían como origami en el beat intrincadas redes de juegos de palabras, escondiendo dobles o triples significados en los dobleces. Densas capas de slang, autoconocimiento iluminado, una repulsión por lo melódico y largas ausencias de coros o puentes musicales. El rap original de Nueva York exigía repetidas escuchas (de preferencia en audífonos). La concentración profunda era un requisito indispensable.
Pero para fines de los años ochenta, el rap pasó a ser un fenómeno totalmente nacional y los exponentes de otros lugares rebasaron a los neoyorquinos en ventas, en impacto mediático y, eventualmente, en trascendencia cultural. Llegó al diversidad. El ojo empresarial del originario de Oakland, Todd “Too $hort” Shaw inventó un personaje de padrote frío y calculador que le permitió una buena racha de placas platino. Directo de Compton, N.W.A. conquistó la cima de las listas de popularidad con las más enojadas fotografías de la cultura de pandillas en California y un ethos de hiperviolencia nunca antes visto.
2 Live Crew de Miami y Geto Boys de Houston se ganaron la lotería cuando controversias locales por censura los pusieron en el ojo mediático nacional. Y MC Hammer y Vanilla Ice, vendiendo discos por decenas de millones, demostraron que el género tenía un potencial comercial a nivel global que nadie había imaginado ni remotamente.
En ese contexto, el sonido g-funk creado por Dr. Dre, y en específico su debut solista The Chronic (Death Row/Interscope, 1992), representaba el escalafón más alto en la cadena alimenticia del rap. The Chronic fue el tiro de gracia para el hip hop neoyorquino.
EL ARRIBO DEL CLAN
Pero un grupo de nueve MC’s semidesconocidos de Staten Island (el borough con menor importancia en la historia del hip hop hasta ese momento) grabaron una rola e imprimieron algunos discos de 45 pulgadas con ella para lanzarse a las calles a venderla de mano en mano. Esta rola, “Protect Ya Neck”, es el inicio de la industria moderna. Y su grupo, Wu-Tang Clan, pioneros indiscutibles. El rap de hoy tiene una memoria histórica que se remonta a los orígenes del Wu.
En esa medida, Wu-Tang Clan es el grupo más revolucionario (y el más influyente en el contexto general de la música popular) que haya surgido del hip hop de los años noventa. Crearon canciones que son referentes de perfección para el género, himnos que sentaron las bases para lo que se entendería después por “hardcore” y cambiaron el modelo comercial que regía al hip hop hasta ese momento.
En 1993, Enter The Wu-Tang (36 Chambers), su debut formal, terminó con la sequía para la Costa Este. Uno de los discos más importantes en la historia de la música popular de los últimos treinta años, su debut le devolvió a Nueva York su lugar como el principal generador de cultura rapper. Eventualmente este momento sería conocido como el renacimiento del rap de Nueva York, es decir, abrió las puertas al debut de Nas y el de Biggie, los discos solistas del propio Clan, a Mob Deep y a Jay-Z. La lista es más extensa, en realidad: DMX, Noreaga, Onyx, Cam’ron, etc. De paso, también cambió las reglas del juego. Revisemos sus orígenes más formalmente para comprender cómo, a mediados de los noventa, el hip hop se volvió a convertir en un sinónimo de Nueva York.
The RZA y The GZA ya habían sido firmados con rotundo fracaso. The GZA y Ol’ Dirty Bastard son los fundadores del Wu; ellos concibieron la idea original y pronto se les unieron The RZA y un extenso grupo de MC’s de Staten Island: Raekwon, Ghostface Killah, Method Man, U-God, Inspectah Deck y Masta Killah. Los nueve hicieron el pacto de formar un colectivo musical y financiero con The RZA a la cabeza. Wu-Tang no sería otro grupo, sería una industria.
Este concepto está en el centro de la mitología del Wu y tal vez sea su más importante aportación a la música popular: un modelo de negocios que se replicó después de muchos modos en muchos actos y en otros géneros. Hay que aclarar que hoy en día, los nueve integrantes del Clan son los antes mencionados, menos el fallecido Ol’ Dirty Bastard. En su lugar, Capadonna, es quien terminó por fungir el rol del noveno.
El primer paso en la construcción de este imperio fue “Protect Ya Neck”. Ellos grabaron la canción, la imprimieron con sus propios medios (cosa impensable en 1992) y la pasearon por disqueras, estaciones y programas de radio, tiendas de discos, revistas y lugares de fiesta. El sencillo es legendario en la historia del hip hop: la primera canción realmente trascendente en la historia del género que no era un release formal.
Tuvo tal impacto que provocó una guerra de disqueras en la que el botín era este exótico nuevo grupo liderado por The RZA y creado por sus primos segundos (ODB, The GZA y The RZA son primos). Y lo que hizo este genio, que no tendría ni 23 años, fue negociar hasta dar con el contrato que satisfizo sus demandas: el disco del grupo como plataforma para cada uno de los integrantes. Esta operación, es decir, el contrato firmado con Loud/RCA Records, fue lo que permitió hacer del Wu-Tang una industria y una marca.
The RZA encontró con Loud/RCA Records lo que buscaba: control creativo absoluto del producto y la opción de que cada integrante del Clan pudiera firmar en solitario con otras disqueras. Al convertir a cada integrante por separado en una estrella con un disco propio, cada uno comenzó a cobrar cheques de regalías, como una estrella y por separado. Y si no fuera por el talento masivo y la personalidad distintiva que tenían casi todos, la estrategia hubiera fracasado.
Los primeros cuatro discos en solitario del Wu-Tang: el de Method Man, Tical (Def Jam, 1994), Return to The 36 Chambers (Elektra, 1995) de Ol’ Dirty Bastard y las dos placas en solitario más importantes del Clan: Liquid Swords (Geffen, 1995) de The GZA y Only Built 4 Cuban Linx… (Loud/RCA, 1995) de Raekwon, fueron producidos por The RZA y todos son obras maestras. Cada uno de estos discos es una extensión diferente, en sonido y temática, de Enter The Wu Tang (36 Chambers). Y fue posible grabarlos gracias a que The RZA hizo antes el disco que quería hacer, con ese contrato en el bolsillo. Y tal vez lo más increíble de toda esta movida, es que así era.
Por eso The RZA pertenece al linaje de Duke Ellington, Charles Mingus, Sun Ra o George Clinton: manager, compositor, director y productor ejecutivo, además creador de una nueva estética y un nuevo business plan que funcionaría después a cientos de artistas en el mundo.
Musicalmente, el soundtrack que confeccionó The RZA en los años noventa es una cumbre de la estética del sampleo, un collage clásico de cine y hardcore. Dotó de profundidad la agresividad y la violencia: a través de una bruma minimalista de beats en baja calidad, con trompetas de soul hechas aullidos y violines estresados, transformando a Gladys Knight en elegías del gueto y con sampleos de James Brown vueltos psicosis aural, The RZA inauguró un sonido que se convertiría en el estándar para los siguientes cinco años.
Aunado a estos descubrimientos sonoros, Enter The Wu-Tang introdujo algunas de las voces mas reconocibles en la historia del rap: el swing como de lobo de Method Man, el gruñido tembloroso y psicótico de Ol’ Dirty Bastard, el movimiento de cejas en las rimas teoréticas de Raekwon, el cuchillo afilado en la ágil narración de Ghostface o las tácticas de guerra codificadas en las Matemáticas Supremas de The GZA.
El universo conceptual del Wu es de una densidad y complejidad realmente sorprendentes: películas de kung-fu, fumar mariguana, historietas de cómics y la dureza de la vida en las calles, además de mucha violencia e historias gansteriles. Este amasijo de espadas kung fu y filosofía del 5% (adelante iremos a esta filosofía) era una aproximación intuitiva al realismo cinematográfico. La música del Wu Tang Clan es una de las experiencias más cercanas que existen a ver una película de Martin Scorsese. El tono es siempre oscuro, denso y por primera vez en el rap, la asociación libre de ideas se convirtió en el vehículo de las canciones: más importante que el tema, era generar atmósferas.
Y esa es una de las más apreciadas características del Wu-Tang: la densidad semántica. Todo son capas y significados escondidos. Desde su nombre, que puede ser “We Usually Take All Niggas’ Garments” o “Witty Unpredictable Talent And Natural Game” o “Wisdom of the Universe and the Truth of Allah for the Nation of the Gods”.
Este “The Nation of the Gods” al interior de uno de los acrónimos del nombre, refiere a la Nación del 5 % o Nación de los Dioses y Tierras, una organización de inspiración musulmana y afrocéntrica, derivada de la Nación del Islam y fundada en Harlem en 1963 por Clarence 13X. La mitad del imaginario del Wu viene de películas de artes marciales. La otra mitad viene de aquí. Las 36 cámaras del paréntesis en el título de su debut refieren a una película de 1978: La 36ª cámara del Shaolin (少林三十六房, Shào Lín sān shí liù fáng).
MATEMÁTICAS SUPREMAS
Pero es mucho más que eso. La filosofía de la Nación del 5 % es conocida como Matemáticas Supremas. Según éstas, el 9 significa “dar existencia”. Cada corazón humano tiene cuatro cámaras: dos aurículas y dos ventrílocuos. 9 (miembros del Clan) x 4 (cámaras en sus corazones) = 36 cámaras.
El cuerpo humano tiene 108 puntos de presión (1 + 0 + 8 = 9); sólo los maestros del Wu-Tang saben y comprenden que 36 de esos puntos, al presionarlos, causan la muerte (9 + 36 = 45) (4 + 5 = 9); las rimas de los 9 integrantes del Wu-Tang, combinadas, deben considerarse como las 36 técnicas mortales de presión de estos puntos. La gente en el hip hop tenía 35 modos de pensar, pero estos 9 individuos trajeron la 36ª dimensión. Etc. Todo esto es un juego de imaginación que pocas veces se ha visto en el arte popular moderno. A nadie se le había ocurrido darle una dimensión tan compleja a algo que, en última instancia, es de lo que se ha tratado el rap siempre: destilar estilo.
WU – TANG CLAN
El “Enter the Wu-Tang” del título de su debut, también es una bienvenida a la marca; literalmente, cientos de productos salieron al mercado después de este disco, con la palabra y/o el logo de Wu-Tang como gancho: decenas de compilaciones, discos de otros grupos y solistas, además de líneas de ropa, juguetes, videojuegos, y un etcétera inagotable. El Wu-Tang Clan es el primer gran ejemplo de colonización de la sala de juntas, el primer gran corporativo del hip hop.
Por eso su grandeza radica en ser un manifiesto de la militancia ilegal y un testimonio de la ética callejera, con un hermoso tapiz oriental de fondo, manchado de sangre. Por eso, con el paso de los años, el Wu terminó por convertirse en un referente de la cultura popular.