En el mundo del arte confluyen distintas corrientes que generan relaciones icónicas. La actuación ha mantenido una estrecha unión con la pintura y la escultura, inmortalizando a grandes estrellas. Tal es el caso de un par de mujeres extraordinarias cautivadas por la personalidad y trabajo de la otra. Se trata de Leonora Carrington y María Félix. Su vínculo derivó en un anécdota imperdible para la historia del arte de este dúo de mujeres.
Leonora Carrington y María Félix se conocieron luego de que Renato Leduc, esposo de la actriz, le compró unos cuadros de la pintora y se los llevó a su residencia en París. Félix quedó fascinada con la magia y el impacto del arte de Carrington y buscó que la artista la inmortalizara, bajo sus propios términos. Una pintura trascendente que tendría su propia historia al momento de revelarla.
María Félix le pidió a Leonora Carrington que la retratara capturando toda su esencia. Leonora, echando mano de su estilo surrealista, realizo una obra llena de poder y seducción. El retrato resultante fue una obra maestra del surrealismo titulada «La maja del tarot». En ella, Carrington plasmó la imagen de María Félix de manera singular, rodeada de elementos simbólicos y oníricos que reflejan la personalidad compleja y multifacética de la actriz.
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Sin embargo, el personaje de esa pintura no se parecía a la actriz. Cuando Leonora Carrington entregó el cuadro, María Félix se lo devolvió y le pidió que su figura fuera reconocida y con ello, la gente supiera que se trataba de un cuadro inspirado en ella. Sin embargo, sólo le dio siete días de plazo para corregirlo, puesto que viajaría a Europa y quería llevarse su pintura para instalarla en su mansión.
Leonora Carrington terminó el cuadro a tiempo. El retrato de María Félix resultó un realismo consternarte para los presentes en la casa de Leonora en la colonia Roma donde presentó su obra. María Félix disgustaba de compartir espacio con mujeres para no ser ensombrecida, por lo cuál sólo asistieron hombres entre los cuales, se encontraba Alejandro Jodorowsky.
Según Jodorowsky, María Félix entró al lugar y la obra fue revelada ante los ojos de los demás. María entonces exclamó: “¡Hasta el perro me desea!”. Alejandro reflexionó sobre el momento y expresó: “para que el mundo nos pertenezca debemos pensar que nos desea. Sólo aquello que nos desea es nuestro. María sintiéndose deseada hasta por el perro, era una reina y lo poseía todo”.
«La maja del tarot», fue encargado para ocupar el amplio espacio dejado por su retrato vestida de blanco realizado por Rivera en 1948. La misma María Félix mencionó en su momento que ya no quería tener esa pintura en su casa y que no encontró mejor forma de reemplazarlo que con una pintura que demostrara la satisfacción que le provocaba ser retratada.
Es interesante señalar que Leonora Carrington concebía sus pintura como una especie de amuleto mágico. De ahí que la pintura de María Félix fue concebida entonces no solo como un retrato alegórico, sino como un talismán para eliminar los elementos tóxicos de su vida, tanto los circunstanciales como los relacionados con su propio carácter.
El retrato de María Félix pintado por Leonora Carrington no sólo es una obra de arte de gran valor estético. Es un testimonio artístico de la amistad y admiración entre dos mujeres talentosos en su respectivo rubro. María tuvo esta pintura colgada en la sala de su residencia de Polanco los últimos años y el precio que se pagó por el cuadro fue de $444 mil dólares por una colección privada.
Sin embargo, «La maja del tarot», no fue la única pintura de Leonora Carrington donde aparece María Félix. La estrecha amistad entre estas dos mujeres les permitió compartir sueños e inquietudes, mismas de las cuales, Leonora tomó inspiración para retratar a la actriz. La corriente surrealista que marcaba el trabajo de Carrington, llevó a Félix a narrarle un sueño que había escrito que fue traducido en un excelsa pintura.
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Estaba yo en el mar y era una sirena de nácar y luego subía a unas playas divinas, llenas de vegetación, y me convertía en una sirena de fuego. Entraba en el mar a bañarme y en vez de salir mojada salía envuelta en llamas, pero luego me endurecía y tomaba la forma de una sirena negra hecha de carbón. Como las sirenas hechizan a los hombres con su canto, iba cerca de un barco y los hombres me caían en las manos.
Entonces, Leonora Carrington hizo un tríptico submarino con tres metamorfosis: mujer de nácar, mujer de fuego y mujer de carbón. Cuando la Universidad Nacional Autónoma de México montó una exposición con retratos de la actriz, este trío de pinturas ocupó un sitio de honor en el montaje.