Londres celebra este año la influencia cultural del movimiento punk. Por doquier hay exhibiciones, conciertos, películas, presentaciones de libros y fanzines, desfiles de moda y hasta obras de teatro. ¿Alguien cree aún que el punk es más que un souvenir?
1) Siempre dije que si viniera a Londres haría el tour The Clash y no el de los Beatles. Y es que no me veo vestida de blanco tomándome la foto en la calle de Abbey Road, para luego entrar a la página de las cámaras de tránsito e imprimirla «con todo y auto», y es que los londinenses —cansados de tanto fan— aceleran despiadadamente para arruinarlas.
En el tour The Clash me alejaría de la turística zona centro del Soho, o del Palacio de Buckingham, para disfrutar el sureste de la ciudad. De la fiesta en barrios curiosos como Hackney, Holborn o Shoreditch, llenos de gente de todos colores, mercados callejeros y pubs donde desfogarse hasta la madrugada.
Pasearía por Notting Hill, el barrio que fue la cuna de Joe Strummer y Mick Jones. Iría a Brixton, la zona obrera de los ochenta que inspiró huelgas y canciones combativas como «The guns of Brixton» y donde hoy jamaiquinos enormes te ofrecen mota dondequiera. Y me lanzaría a Camden Town, territorio gentrificado por el rock desde los sesenta, donde en 1976 los Ramones tocaron por primera vez.
Pero, sobre todo, bucearía por esas tiendas de beneficencia que ofrecen gangas de todas épocas desde cinco libras. Hace cuarenta años, locales como estos modelaron la estética de los Pistolas Sexuales, los Clash, las Vergas zumbadoras (Buzzcocks), las Nips, los Malditos (The Damned) y Siouxsie Sioux.
Con esas garras intervenidas, ajustadas, repintadas, recosidas, rotas y llenas de navajas de afeitar, estoperoles e imperdibles, toda una generación liberó su poder de transformación. El DIY (Do It Yourself): la esencia del punk.
2) No tuve que esforzarme por cumplir el itinerario punkclashero. Nada más bajar del Eurostar en St. Pancras y subirme al «Tube», como llaman aquí al Metro, me enteré del Punk.London, la celebración por los 40 años de «cultura subversiva» en la capital británica. ¡Cuarenta años tarde! ¿Cómo puede Londres estar a tiempo?
En una pared de una estación de la Línea Victoria un punk de cresta roja y pulcro uniforme del Underground mira directo a los ojos de los transeúntes y los invita a disfrutar del verano. Asegura que «el punk no ha muerto, que evoluciona y crece en la siguiente generación». Me hace reír. ¿Alguien cree que los punks siguen haciendo la diferencia?
Pensaba en eso cuando visité la exposición Punk 1976-78, que estuvo hasta octubre en el lobby de la British Library. La muestra hacía un tributo a los primeros años de la irrupción punk entre los jóvenes de la capital, el impacto de los Pistol´s y la conmoción que causó la llegada de los Ramones. Toda ella estaba hecha para resaltar los genes británicos del punk y para mostrar evidencias de ese «contagio».
Se exhibieron fotos, restos de camisetas, fanzines, portadas de discos, noticias de periódicos, videos y grabaciones en audio y video provenientes de los archivos de la British Library, la Liverpool John Moores University y del England´s Dreaming: The Jon Savage Archive.
Ahí estaban los primeros números de fanzines como Anarchy in the UK, en el que Jordan (una chica punk que trabajaba en la tienda Sex) o la emblemática Soo Catwoman, aparecieron en las portadas. También estaban los coloridos boletos del Eric´s o el Roxie’s, o los flyers del 100 Club, donde en octubre de 1976 se organizó el primer Festival Punk, dejando un saldo de incontables pérdidas materiales y una chica ciega por un vaso estrellado cortesía de Sid Vicious.
En video se proyectaba la pelea del guitarrista de los Pistol´s, Steve Jones, con Bill Grundy, presentador del programa Today de Thames Television. El escándalo comenzó luego de que Grundy le preguntara ofensivamente por el dinero que les pagó EMI. Y, finalmente, en la esquina de las castigadas, un documental aún no terminado sobre las mujeres del movimiento.
Stories from the She Punks, de Gina Birch (The Raincoats), muestra conversaciones en vivo con Helen Reddington (Helen McCookerybook of the Chefs), Jane Woodgate (Mo-Dettes), Tessa Pollitt (The Slits) y Shanne Bradley, que formaron grupos y aprendieron a tocar sobre la marcha y con todo en contra, incluso contra los prejuicios de sus mismos compañeros «punk».
Punk 1976-78 rindió homenaje a John Lydon (después bautizado como Johnny Rotten por su podrida higiene bucal) y minimizó el hecho de que todo su estilo fue «prefabricado» en la tienda Sex de Michael McLaren y Vivienne Westwood.
¿Qué fue el punk sino solo una moda que hacía estragos en King´s Road?
3) La «Profesora del Punk» Vivien Goldman (por los cursos que imparte en el Clive Davis Institute of Recorded Music, el semillero de la industria musical británica) pone el dedo en la llaga. En su texto «Punk is your mirror», publicado en el catálogo-fanzine de la exposición, dice: «No deja de ser irónico que «el establishment británico abrace un movimiento profundamente antiestablishment, sobre todo cuando éste fue burlado y suprimido en su momento».
Y sus palabras me taladran la cabeza. ¿Cómo fue que el punk acabó en un museo, archivado en librerías, con «grandes maestros» que enseñan «actitud» en las universidades? Es paradójico que aún le sigan llamando punk.
«El punk murió en 1978, supérenlo», remata Viv Albertine, líder de The Slits. Y de verdad: ¿podremos entender que siempre fue una gran estafa?
Hace 40 años, jóvenes desadaptados idealistas con cierta conciencia política y muchas ganas de reventarlo todo encontraron un refugio en el punk. Veinte años después, sus hijos bastardos consumistas celebrarán que tanta rabia, estridencia y rebeldía formen parte del paisaje.
En la tienda de la British Library podías tomarte una foto en tu pose más malota y ésta aparecería enmarcada con las letras rositas de Punk.London por solo 4 pounds (unos 92 pesos mexicanos); o podías comprar los discos (viniles o CDs) de The Clash y de los Ramones a cinco módicas pounds; o llevarte libros de Patti Smith por 20; o un pin de Siouxie por 3. Y por supuesto las Dr. Martens tenían descuento por toda la ciudad.