“Metas a corto y largo plazo”, dice el papel que Erika Noemí Carrillo escribió hace 17 años y que Mayra Martell expuso. Enumera: “Entrar a natación; trabajar duro para pagar la inscripción de la escuela; juntar dinero para el Cervantino; hacer el closet; pintar la casa en septiembre; comprar las sillas del comedor; comprarme unos zapatos; leer a Platón». Erika desapareció en el año 2000, cuando tenía 19 años, en Ciudad Juárez, Chihuahua, en el norte de México.
Ocurrió el 11 de diciembre. Erika fue a cortarse el cabello a un par de calles de su casa. Desde entonces no hay noticias de ella. Su habitación sigue intacta, con la lista de pendientes pegada en la pared.
Extrañar, dice Mayra Martell (1979), es estar alejado del que te habita. Con su cámara, Mayra ha documentado 142 casos de desapariciones y 30 de feminicidios en Ciudad Juárez. La fotógrafa comenzó a retratar los espacios y objetos personales de mujeres desaparecidas desde 2005.
Mayra recorría las calles chihuahuenses y veía los retratos de las chicas: se trataba de papeles mal copiados, con sus nombres, características físicas y una foto. Cada vez que las miraba, enmudecía hasta el alma. Desde ese momento no he dejado de sentir ese vacío. Estaba colmado de afiches, rostros, rostros, rostros, dice Martell.
En su serie Ensayo de la identidad, Mayra Martell retrató los cuartos de más de 50 mujeres desaparecidas. Un espacio donde alguien sale de casa, deja su ropa favorita, la crema abierta, la lista de metas, los zapatos listos. Los objetos también son con una persona, dejan de serlo sin ella. ¿En qué momento una mujer se vuelve ficticia?, se pregunta Mayra Martell.
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«Las familias conservan intacta la recámara de su hija. Lo único que tienen son recuerdos. Las madres me mostraban fotos, ropa y, en algunas ocasiones, podía percibir el olor en alguna prenda. Nunca había visto tanto dolor en una persona: como si el extrañar a sus hijas desdoblara el presente en pasado, una y otra vez, como única manera de retener el amor».
¿Cómo retratar la ausencia? Fantasmas, ecos de voz. Ensayo de la identidad se exhibió en la exposiciónFeminicidios en México ¡Ya basta! en el Museo de Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México, una muestra que reúne trabajos artísticos de Teresa Margolles, Iván Castaneira, Cintia Bolio y Teresa Serrano. Entrevisté a Mayra Martell a propósito de la muestra.
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¿Cuándo y cómo comenzaste a fotografiar?
A finales de 1999. Me mudé a la Ciudad de México y comencé a tomar talleres en el Centro de la Imagen. Era algo que fluía muy bien. Casi no entendía la técnica, pero encontré una manera de recordar mi vida y eso se me hacía mágico: recapitular en imágenes lo que sucede tiempo después.
¿Cuál fue la historia detrás de tu Ensayo de la identidad?
En 2005 regresé a vivir a Ciudad Juárez después de varios años. Cuando llegué al centro de la ciudad, encontré calles y calles devastadas porque empezaba un plan generado por el entonces gobernador del estado, Patricio Martínez, que consistía en limpiar el área. Empezaron a tirar negocios, y en esta manía por recordar el centro de mi ciudad, empecé a sacar fotos, porque el lugar desaparecería pronto.
Estaba en ese proceso cuando me encontré con varios carteles de mujeres desaparecidas. Todas con el mismo perfil: jóvenes de 14 a 25 años, la mayoría de colonias de bajos recursos. Y fue tanta mi necedad de saber quiénes eran que comencé a buscar sus casas y fotografiar sus espacios. Lo sigo haciendo hasta ahora.
¿Cómo estaba en ese momento el tema de los feminicidios en Ciudad Juárez y cómo ves ahora la situación actual?
Hay que recordar que Juárez es frontera con Texas. No es lo mismo que Tijuana, con California como frontera. Y eso se siente: a Ciudad Juárez llega mucha gente queriendo cruzar y a veces no sucede, lo que hace que la ciudad tenga siempre una población flotante.
Desde los cincuenta sucedieron varios feminicidios. Esto se incrementó en los noventa. Cuando comencé a trabajar el tema, la situación era la misma que la de ahora. Es algo que no para, quizá se diversifica, de crímenes, de violencia doméstica, la trata de personas, pero es algo que sigue sucediendo.
¿Qué fue lo más impactante que viviste al hacer estas fotografías?
La espera. Me impresionó cómo la espera va consumiendo a las personas, en este caso a los familiares. Ves cómo pasa año tras año y ellos siguen donde mismo, es como si no se permitieran que el tiempo siga.
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Una vez que te planteas alguna situación, ¿cómo sabes que ahí hay una historia y que tienes que comenzar a hacer fotos?
No lo sé, solo lo hago. Siento que cada situación se produce por algo. No creo en las casualidades; todo tiene una causa. Con Ensayo de la identidad nunca me pregunté si es era buena historia o no, creí que era más importante acompañar a los familiares, aunque fuera de esta manera. Y, bueno, llevo documentado 142 casos de desaparición y 30 de feminicidios.
¿En qué proyecto estás trabajando ahora?
En el norte del país, principalmente en Sinaloa. Es sobre la relación del narco y su presencia en la sociedad, la cotidianidad de la violencia.