La pelvis desnuda de una mujer cuyo vello púbico forma un Wi-Fi; la cabeza de un cisne saliendo del bóxer de un sujeto; un hombre haciendo una felación al pico de un cisne; un querubín rasurando la axila de una mujer —esta última en referencia al “El nacimiento de Venus” (1484) de Botticelli—; un ángel apagando el incendio de unas flores con su orina; dos hombres a punto de besarse… ¿Qué es la intimidad? ¿Un beso? ¿Sexo? ¿Un viaje introspectivo? ¿Amor? ¿Tocarnos o tocar al otro? ¿Entendimiento? ¿Un momento de éxtasis? ¿Explorar los instintos más primitivos? Esas preguntas asaltan mi mente cuando observo las ilustraciones de Nicholas Tolmachev.
Nicholas nació en Brobary, Ucrania, en 1993. Estudia en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes en París. Es físicamente parecido a las acuarelas que pinta. En sus redes sociales se lee melancólico e irreverente.
Esculturas, aves, cuadros, amigos, cigarros, libros y excentricidad. El sueño parisino… Nicholas no tiene problemas en compartir en internet momentos de su vida cotidiana que podrían pasar desapercibidos, pero que en realidad son reflejos de sus acuarelas. Instantes íntimos cargados de un erotismo estético sutil y provocador.
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En 2014 Tolmachev ganó el primer concurso de la Fundación UART para la Diplomacia Cultural en París. Ese mismo año sus obras fueron exhibidas en la Feria de Arte de Paris y en la Galería Blue Square en Washington, Estados Unidos.
Es fácil conectar con sus dibujos. ¿Quién no ha besado a un alíen? ¿O sentido que su cupido en lugar de flechas usa balas, que su cabeza es un panal de abejas? Que algunas personas son el reflejo de lo que defecan, los hombres también tienen un lado femenino, las mujeres tienen un lado masculino.
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Obsesionado con las aves y el erotismo, en sus ilustraciones refleja influencias de Sandro Botticelli, el Marqués de Sade y Charles Baudelaire. Colores pastel que colman cuerpos donde convergen erotismo e intimidad.
Nicholas Tolmachev me cruza con su discurso. Con sus colores pastel y sus referencias eróticas que se adentran más allá se los sexos. Hay un algo clásico ahí y también moderno, “millennial”. Una sensibilidad que me contagia mientras sigo viendo sus ilustraciones.