En su inicio el plantón 420, afuera de la sede de la Cámara de senadores del Congreso de la Unión, resultó curiosamente un gran ejemplo de lo que la palabra plantón significa: árbol joven que será trasplantado, o bien, rama de árbol plantada para que arraigue. La finalidad siempre fue, desde febrero de 2020, que la mariguana tuviera presencia, y planta, en el Senado de la República.
Se buscaba que de un cogollo o semilla brotará un bello ejemplar de cannabis. Que el movimiento y su fruto, la flor de la mariguana, se abriera paso al grado de tener puesto fijo, hasta en la nómina, de una necesaria pero ineficiente asamblea legislativa.
Y es que todo procede de ahí, de vacíos legales, de leyes rotundamente inconstitucionales que permiten que la lucha por la despenalización del consumo de la mariguana, afianzara un espacio en el que la siembra y consumo de la planta representara un incisivo indicio del progreso de la protesta.
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Ante el estado de alegalidad, borroso cual dragonazo de una fumada verde; aunado a la indiferencia que se tiene, desde la Cámara Alta ante este relevante tema, el Movimiento Cannábico Mexicano se apoderó de un gran pedazo de espacio público para personificar la causa del mariguano: consumir, portar y plantar, incluso comerciar, con la planta sagrada de la Cannabis o mariguana.
El plantón creció. La flor se esparció y logró reverdecer el asfalto mediante talleres de germinación y siembra, de elaboración de productos comestibles y para uso sexual, y hasta pequeñas conferencias acerca de las propiedades de la planta, así como sobre la concientización del uso lúdico y medicinal de la mariguana.
Fumar tenía su chiste, literalmente la risa de la pacheca funcionaba en el Plantón 420, como una comedia con horario: de 11:00 a 15:00 horas, y de cuatro de la tarde a ocho de la noche. Se sugería con seriedad que no se permaneciera más de 30 minutos, con la finalidad de permitir el toque de la felicidad a más personas, sin aglomerar el espacio.
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En junio de 2021, más por la cosquilla de la desobediencia del Senado para regular la ley que por interés real en la despenalización del consumo de la mariguana, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucional la ley que le daba a México la identidad de país prohibicionista.
El panorama se pintaba de un verde intenso, bien plantado en la esquina norte de Insurgentes y Paseo de la Reforma. La flor se trasplantó a otros puntos de la Ciudad, los espacios de tolerancia al consumo de Tlatelolco, el de la salida de la estación Hidalgo del metro, en el cruce con Avenida Tenochtitlan, y el de la Suprema Corte de Justicia.
La humarada no cegaba, por el contrario, confería certeza y visión ante lo venidero. Sin embargo, la libertad se tornó libertinaje, transcurrieron meses sin acciones considerables. La mariguana dejó de ser el centro de mesa, su planta en el Senado comenzó a ser asediada. Lo peor, por la misma comunidad consumidora, que manchó el lugar con otras sustancias, y también con sangre.
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El narcomenudeo hizo presencia y comenzó a expandir sus redes. Tiñó de escarlata las flores y rechazó el consenso y la regulación. El consumo y la necesidad generaron otro arraigo: la planta ya no era sólo de la mariguana.
Otras actividades y árboles comenzaron a implantarse en el Senado, valiéndose del esfuerzo y constancia del Movimiento Cannábico Mexicano y de los consumidores responsables. Por supuesto que había espacio a la búsqueda de una adecuada política de drogas que involucrara a otras sustancias, pero la planta originalmente era verde.
Todo parecía confirmar que efectivamente el mal es social. La nitidez de los resultados no son impactantes, mucho menos sorpresivos. La causa y el movimiento se desvirtuaron. Las riñas dejaron marca en el Jardín del Pasteur vacilador. La flor se fue marchitando.
El pasado sábado 18 de febrero, fue la última madrugada de risas, pero también de llanto, provenientes de las plantas del Plantón 420 del Senado. Derivado de la decisión de desvincularse de la estancia en el Jardín Louis Pasteur, el Movimiento Cannábico Mexicano le retiró el cannábico al espacio. Posteriormente Ricardo Monreal le pediría a Claudia Sheinbaum desalojar el lugar.
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Hoy el plantón 420 que permitió vivir de cerca lo tangible de la despenalización del consumo de cannabis, en un país idóneo para su cultivo, ya no existe. La flor se marchitó. Las plantas se arrancaron, y el arraigo de tres años difuminó la sensación de avance en la lucha cannábica.
El espacio de Tlatelolco también se vicio de irresponsabilidad: de consumo, de acciones, de prácticas, y se esfumó. Laten agonizantes los espacios verdes de metro Hidalgo y el del Zócalo. Se veía venir la inacción de la presente administración Federal y de la CDMX ante el tema de la despenalización, pero lo que no se anticipaba era que la mariguana ya no tuviera su planta en el Senado.
Miguel Ángel Sosa Arzate
Miguel Sosa, fotógrafo y reportero.