Las Sukeban aparecieron por primera vez en Japón durante la década de 1960, convirtiéndose como el equivalente femenino de las bandas banchō, que estaban compuestas principalmente por hombres. Fue durante la década de 1970, cuando las pandillas banchō comenzaron a desaparecer, que se abrió la brecha para dejar entrar a las pandillas japonesas de chicas sukeban.
El inicio fue sumamente «inocente», ya que las pandillas eran pequeños grupos de niñas que fumaban cigarrillos a escondidas en los baños de las escuelas, pero con el tiempo aumentaron en número, al igual que el nivel de malicia.
Sukeban se trata de un término japonés para definir a la jefa de una pandilla. Si se traduce coloquialmente la traducción queda como: «niña delincuente». Por tal motivo que se comenzó a aplicar esta denominación para referirse a las pandillas formadas exclusivamente por mujeres en Japón.
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Las bandas callejeras conocidas como sukeban, surgieron a finales de los años 60. Abundaron en las escuelas, los colegios e institutos donde la mayoría de las chicas se conocían. Fue en 1970 cuando adquirieron la fama de ser violentas y de cometer graves delitos en grupo.
Una de estas pandillas podía estar integrada desde 5 mujeres hasta 80. Tal fue el caso de las famosas «United Shoplifters». Pero el límite lo rompió la «Alianza de delincuentes de mujeres de Kanto» (Kanto Women Delinquent Alliance), la cual estaba integrada por casi 20,000 chicas. Tan peligrosa fue esta banda que incluso podía rivalizar con la temida Yakuza.
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Vestimenta de las Sukeban
¿Cómo se identificaban entre ellas? Solamente se hacían notar por la vestimenta, usaban normalmente uniformes escolares pero modificados. Por ejemplo, enrollarse las mangas, alargar sus faldas y tunearlas con simbología referente a sus grupos y más íconos de rebeldía. Su cabello podían llevarlo de un solo color, liso y brillante o teñirlo de colores más fantásticos y raros.
Los zapatos que utilizaban eran los Converse con calcetas largas, se maquillaban perfectamente y las cejas que estaban de moda eran de línea fina. O llevaban máscaras quirúrgicas.
En cuanto a las armas en su artillería figuraban las catanas, cadenas, espadas de bambú, hojas de navaja y sus mismos movimientos de artes marciales que las convertían en armas mortales.
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La admisión y los castigos
Para poder ingresar a alguna de las pandillas tenían que cumplir ciertos requisitos y respetar los códigos de conducta que cada grupo tenía.
Si alguna de ellas se atrevía a romper sus reglas tenían asegurado un castigo corporal entre más grados de castigos de todo tipo. Por ejemplo, las actitudes reprobables entre ellas podía ser que le faltaran al respeto a alguno de los miembros mayores, platicar con pandillas rivales, engañar a sus novios o traficar drogas.
Las actividades criminales y la violencia de las pandillas de chicas en Japón alcanzaron un nivel tan alto que los anuncios de la policía japonesa en la década de 1980 las describieron como «presagios de caída». Realmente ya espantaban a la población entera. Sukeban participaba en actividades como el uso de estimulantes, hurtos en tiendas, robos y violencia, pero si era arrestado, podría ser acusado del delito menor de «predelincuencia».