- Oye, wey, ¿qué vas a hacer al rato?
- Pues, no sé. Porro y pedir un McDonalds, ¿por?
- ¿No te animas a atender a un cliente mío? De confianza, obvio.
- ¡¿EH?!
Wey, son $$ la hora y seguro se van a quedar por lo menos dos y es super alivianado y…
Si le hubieran preguntado a la Vania de hace 15 años, jamás hubiera pensado estar en una situación así, aunque siempre he sido una persona muy sexual.
La primera vez que me prostituí fue muy diferente a lo que me habían contado en la iglesia cristiana en la que crecí y lo que había visto en Mujer Casos de la Vida Real. Fue algo bastante casual, sin violencia, divertido y sensual.
A Julieta la conozco desde la preparatoria. Es amiga de una amiga y aunque nunca fuimos muy cercanas, nos llevamos bastante bien “vibramos en la misma sintonía”. Las noches en las que coincidimos casi siempre terminaban en coshadera e incluían drogas además de marihuana así que, sabíamos lo que nos gustaba.
Pasaron los años y Julieta, las demás personas y yo cotorreabamos bastante pero de ella yo no sabía mucho y de su trabajo sólo que era algo muy chido, que le pagaba muy bien y le daba libertades bastante modernas.
En alguna madrugada platicando, me dijo que scorteaba. “¿Y qué es lo peor?” le pregunté después de varias otras dudas aclaradas y con toda la naturalidad del mundo me dijo: o sea, pues, nada wey. Bueno, lo normal de todos los trabajos. Que a veces te da hueva o que pues tienes que dedicarle tiempo jaja pero en sí, nada.
Después de aquella vez los comentarios acerca de la putería fueron comunes y se normalizó el pedo. Julieta pertenece a ese círculo de gente con la que emprendí mi deconstrucción. Juntxs aprendimos a cuestionar el género, la heteronorma y las instituciones. Fue cuando conocí a pensadorxs como Foucault y Butler.
ENCUENTROS CON ESCORTS ¿SOLO SEXO?
Entonces tenía muy entendido algo: “Lo ‘real’ y lo ‘sexualmente fáctico’ son construcciones fantasmagóricas” lo leí en Cuerpos que importan. El límite discursivo del sexo, de Jutidh Butler y me clavé muchísimo con eso.
Para ese momento de mi vida, después de que Julieta me había contado que “no había nada malo en la putería” sabía que ese aspecto de mi vida sólo se había limitado por un “deber ser”. Por un rol de género. Por algo impuesto.
Y claro, nada más impuesto que mi insistencia a pensar que ser scort estaba muy mal aún cuando una scort ya me había dicho que eso era sólo una “ilusión fantasmagórica”. ¿Ven? Esta onda va mucho más deep de lo que creemos.
El día de “mi desvirginización” scort comenzó como un jueves normal. Desperté, desayuné, me puse a escribir. Prendí un porro y entonces me escribió Julieta para proponerme aquella cita con Ignacio.
Era claro que un pago de $$ por hora era mucho más de lo que me habían propuesto en otros trabajos así que dispuesta a empezar a reconstruir mi sexualidad acepté. “No me pregunten quien soy ni me pidan que siga siendo el mismo” diría mi papá Foucalt así que qué más da, pensé.
Julieta me explicó toda la rutina: no tienes que ir en tacones, o sea, más bien discreta. Llegas, lo saludas, pláticas y (muy importante) le cobras antes de hacerle compañía o de cualquier cosa, le pides “tu regalito”, baby. Después pues ya…tu vas a saber. Igual, le mueves las nalgas y se viene en corto. Todo con preservativo, baby. Si quieres hacerle oral natural, se cobra más pero, igual si no quieres hacerlo está bien.
- Ok. ok. ok.
Mi cita con Ignacio fue en “equis” hotel lujoso de la CDMX. Me dijo que Julieta le había contado que era mi primera vez en eso así que quería que supiera que cualquier cosa que me incomodara se lo hiciera saber y me preguntó si podía consumir cocaína durante nuestra estancia ahí.
Julieta ya me había contado de esto y de que la hora podría alargarse, si era mi voluntad así que en el entendido de que “una línecita no le cae mal a nadie” le dije que estaba ok y llamó a su dealer.
Desde que Ignacio me abrió la puerta sentí conexión. Me dio confianza así que la plática fluyó. Que si su trabajo, que si el mio, una manita por aqui, otra por allá y tuvimos sexo.
No duró más de 15 minutos, yo arriba de él y debo aceptar, fue bastante placentero.
Terminando Ignacio se paró a bañarse, me ofreció la segunda cuba y pedir pizza.“¡Suputamadre! ¿qué es esto? ¿un sueño?” pensé. Obvio le acepté ambas cosas.
LUNA BELLA REGALA CONDONES Y LAS CHICAS TRANS INTIMIDAN: EXPO SEXO
Ignacio y yo estuvimos en ese cuarto 4 horas y no hubo más coshada más que esa que les mencioné. Nos dimos un par de bazucos (cigarros de tabaco con cocaína), varias cubas, comimos pizza y bailamos reggaeton un rato. Todo muy parecido a lo que haría un fin cualquiera pero sin dinero de por medio.
Muy cerca del hotel me estaban esperando 2 amigas, a quienes les conté la onda y les pedí que me secundaran por seguridad. No se me va a olvidar lo sorprendidas que se veían cuando llegué, con cartera llena, a contarles mi experiencia.
Años después aquí estoy, contándoselas a ustedes porque realmente no significa nada más que una distinta tarde de jueves bien pagada.
Con esto no pretendo invisibilizar la trata de personas, ni hacer genérico mi caso. Sólo pongo en práctica la libertad y transaprencia que a Simone de Beavoir le hubiera gustado.
La deconstrucción es mucho más que tuitear la palabra y repetirla en nuestros discursos. Para lograr una sociedad inclusiva es necesario olvidarnos de prejuicios y construirnos alejadxs de las ideas patrilineales que se nos han impuesto.
Y, será el sereno pero, ese día rompió paradigmas en mi. Me hizo más humana, empática. Es muy extraño pero, valoré mucho más mi sexualidad.
Vivir en libertad me ha hecho una persona mucho más feliz y trato de evangelizar a todx aquel que se deje hablar sobre la libre voluntad.
En mi camino me he encontrado con varias chicas de “la vida real” que también comercializan su sexualidad y a otras cuantas he podido aconsejar porque escribir de sexo, vender nudes, scortear, hacer web cam, calendarios, body paint o lo que sea para el placer sexual, no está mal y, spoiler, ni siquiera es ilegal.
¿Qué si he recibido slut shaming? Sí. ¿Qué si me han tratado de amenazar conociendo mi identidad? Sí ¿Que si me da pena o me arrepiento de ganar miles de pesos con mi libertad sexual? NO.
“Estamos condenados a ser libres” Jean-Paul Sartre