La performance es un campo artístico que se caracteriza por su brutal honestidad, donde el cuerpo del creador se convierte en la principal herramienta de expresión. Sin embargo, en esta búsqueda de la verdad, muchos artistas han cruzado la línea del riesgo, convirtiéndose en el blanco de su propia audiencia. La historia del arte moderno está marcada por casos impactantes de artistas agredidas en performances, donde la provocación intencional o accidental de la obra desató una reacción violenta e inesperada.
Yoko Ono: La vulnerabilidad como lienzo
Una de las piezas más emblemáticas que exploró la violencia inherente en la participación del público fue Cut Piece (1964) de Yoko Ono. La artista se sentó en un escenario y, de forma pasiva, invitó a los asistentes a cortar una prenda de su ropa. La performance comenzó de forma tímida, pero a medida que avanzaba, la agresión verbal y física se hizo más palpable. Los espectadores se sentían con el poder de desnudarla, revelando la facilidad con la que un grupo de extraños puede ejercer control y daño sobre otra persona. La obra de Ono es una de las reflexiones más crudas sobre los límites de la tolerancia humana, y un ejemplo icónico de artistas agredidas en performances de forma pública.
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Gina Pane: El cuerpo como sacrificio
La obra de la artista francesa Gina Pane se centró en la exploración del dolor físico como una forma de denuncia. En performances como Azione sentimentale (1973), Pane se autoflagelaba, haciéndose heridas con navajas en la cara, manos y torso. Aunque la agresión era autoinfligida, su trabajo provocaba una respuesta violenta en el público, que reaccionaba con angustia, enojo o incluso burla. Su intención era que la audiencia sintiera la misma incomodidad que ella, confrontando la pasividad ante el dolor ajeno. A través de sus «performances de acción», Gina Pane demostró el inmenso riesgo que enfrentan las artistas agredidas en performances por la sola reacción psicológica de la audiencia.
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Milo Moiré: La provocación como denuncia
En los últimos años, la artista suizo-noruega Milo Moiré se ha convertido en una de las figuras más polémicas de la performance contemporánea. En su trabajo, utiliza su cuerpo de una manera que explora la sexualidad femenina de forma explícita. Un ejemplo de esto fue su Plop Egg Painting durante Art Basel, donde introdujo huevos con pintura en su vagina para después expulsarlos sobre un lienzo, un acto que buscaba desafiar los límites del arte corporal. Sin embargo, su obra más controversial y arriesgada, La Caja de Espejos, la colocó entre los artistas agredidas en performances más notorios de la década. En respuesta a las agresiones sexuales de la Nochevieja en Colonia, Alemania, Moiré se colocó dentro de una caja de espejos en las calles, invitando a la gente a tocar sus genitales y sus pechos por 30 segundos. Su intención era denunciar la violencia sexual, pero el resultado fue un acto de agresión pública, donde algunos participantes jalaron sus pezones y la penetraron con los dedos, demostrando que su cuerpo, incluso en una situación de arte, no estaba a salvo.
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Marina Abramović: El límite de la confianza
Posiblemente la performance más famosa en esta categoría es Rhythm 0 (1974) de Marina Abramović. La artista se colocó pasivamente frente a una mesa con 72 objetos, que incluían una rosa, una pluma, una pistola cargada y una navaja. Las instrucciones eran simples: el público podía usar cualquiera de los objetos sobre su cuerpo por un periodo de seis horas. Lo que comenzó de forma inocente, con besos y caricias, se transformó en una agresión verbal y física alarmante. Alguien cortó su ropa, otro la hirió con espinas de rosa y un tercero le colocó la pistola en la mano. La obra se ha convertido en una advertencia sobre la facilidad con la que la humanidad puede caer en la violencia cuando se le da libertad absoluta. Es el caso por excelencia de artistas agredidas en performances por la naturaleza oscura de la condición humana.
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Shu Lea Cheang: La agresión digital
En la era contemporánea, la agresión no se limita al espacio físico. La artista Shu Lea Cheang ha explorado la violencia y la censura en el ciberespacio. Sus obras, que a menudo abordan temas de sexualidad y género, han sido censuradas y atacadas por trolls y usuarios de internet, recibiendo amenazas de muerte y doxing. Aunque no es una agresión directa y física en un escenario, su experiencia subraya una nueva dimensión en la lista de artistas agredidas en performances. Demuestra que la vulnerabilidad del artista no se limita a un espacio físico, sino que se extiende a la inmensidad del mundo digital, donde el anonimato del público puede ser aún más peligroso.
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Xitlali Treviño: El costo de la denuncia
Xitlali Treviño, artista mexicana, ha puesto de manifiesto una forma de agresión que va más allá de la confrontación con el público anónimo. A través de una denuncia pública, Treviño expuso haber sido víctima de abuso sexual por parte de la también performer Rocío Boliver, conocida en el medio como «La Congelada de Uva». Este incidente, que se habría producido en el contexto de un performance, revela una dolorosa y poco discutida realidad dentro del mundo artístico: la agresión entre colegas. Al hacer pública su experiencia, Treviño no solo se unió a la lista de artistas agredidas en performances, sino que también abrió un debate fundamental sobre la ética, la confianza y el abuso de poder en un medio donde los límites son a menudo difusos. Su valentía al hablar sirve como un llamado de atención a la comunidad artística para crear espacios más seguros y libres de violencia.
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Stephanye Reyes
Periodista (Carlos Septién García). Exploradora de la cultura alternativa y la disidencia. Lee mi columna para un análisis de derechos humanos e impacto social en la urbe. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig: @bruja_amapola





