El Da Vilchis de La Lagunilla recuerda que antes de hacer exvotos dibujaba paisajes al estilo del Dr. Atl —maestro de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco—. Después del terremoto de 1985, y luego de haber perdido su trabajo como albañil, recorrió las calles de La Lagunilla en busca de una oportunidad para vender sus piezas en miniaturas de paisajes hechas en cachos de madera, lámina y cajas de zapatos.
“El Da Vilchis” de La Lagunilla es acaso el más fiel guadalupano de la Ciudad de México. Sus exvotos no discriminan. Voltean a los bajos fondos: lesbianas, homosexuales y prostitutas… Incluso tiene una serie inspirada en la novela Memorias de mis putas tristes de Gabriel García Márquez. Carlos Monsiváis lo reconoció como el mejor cronista-pintor de la capital del país. Sentado en su estudio, él solo se dice ser el “Pintor del barrio”.
Se llama ex voto a las ofrendas dedicadas a los dioses, vírgenes o santos, en agradecimiento por la ayuda brindada para resolver algún problema, enfermedad o situación de peligro. Los ex votos, que pueden ser objetos de diversa índole, como prendas, fotografías o recuadros, son una manera de manifestar que uno es consciente de que seres de el-más-allá han intercedido para crear lo que se concibe como un “milagro”.
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En la religión católica, que adoptó el término a partir del siglo XIX, los exvotos son expuestos en los recintos en los que se reúnen peregrinaciones —en la Ciudad de México, por ejemplo, la Basílica de Guadalupe aguarda una gran colección—. Desde épocas revolucionarias, los exvotos favoritos de los feligreses han sido los pictóricos: pequeños retablos con una breve descripción.
Ahí conoció a Julián Ceballos Casco, pionero del movimiento Tepito Arte Acá, quién le abrió espacio en el barrio y lo consagró como El Da Vilchis.
Alfredo Vilchis Roque nació en 1960 en la Colonia José María Pino Suárez. Se formó como pintor autodidacta. Recuerda su juventud con tristeza: no tenía recursos para comprar un lienzo y mucho menos pintura. Así comenzó a dibujar en latas de sardinas, inspirado en Frida Kahlo. “Empecé a interesarme en su obra antes de la fridomanía”.
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Sus maestros fueron pintores como Hermenegildo Bustos, Felipe León (los primeros retablistas en México) y Diego Rivera. De ellos aprendió, imitando su obra, a crearse su propio estilo.
Para Alfredo Vilchis ser lagunillero es una de las experiencias más satisfactorias de su vida. Llegó al barrio y de apoco se construyó un estudio. El “Rincón de los milagros” está dedicado a los exvotos que pinta para los feligreses. “La gente empezó a decir que era el pintor del barrio porque voy contando los acontecimientos que pasan en nuestros bajos fondos.”
Dice uno de sus exvotos, autobiográfico:
“Grasias a Dios por haberme puesto el exvoto en mi camino gran satisfacción después de ser un obrero sin estudios azulejero bendición todos esos favores es un milagro muchas veces no sabes a quien agradecérselos antes a Dios siempre he sido guadalupano de corazón y tengo un amigo que se llama San Juditas Tadeo hasta para hacer travesuras” (sic).
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EL RINCÓN DE LOS MILAGROS
Alfredo Vilchis me cita en otro de sus rincones de los milagros: el de su casa, en la Colonia Minas de Cristo Rey. Cada mañana, cuando despierta, lo primero que hace es pintar, tomar una taza de café y perderse en sus lienzos. Antes trabajaba en este lugar 28 horas. “Imagínate, si el día tiene 24 horas yo trabajaba 28 para poder sacar lo de la comida.”
Cuando Vilchis pinta sus cuadros escucha Andrea Bocelli, El Haragán, El Tri, la Sonora Santanera y The Creedence. Sube el volumen y se deja llevar por el baile de sus dedos en el lienzo de lámina. Lleva puesta una camisa de colores vibrantes que contrastan con sus manos salpicadas por pintura. Antes de entrar a su estudio primero hay que pasar el rincón guadalupano: más de 50 exvotos dedicados a la virgen.
Este espacio es la antesala a su rinconcito milagroso. Ya en el estudio, adornado por sus cuadros, máscaras y figuras de cartón, resalta un cuadro grande, amarillo: un retrato de él con alas en el que viste una playera blanca de la Virgen de Guadalupe y lleva un pincel en la mano derecha; en la izquierda sostiene un corazón. El cuadro se titula El arcángel del barrio y dice: “para que quiero dinero si tengo alas para volar y pintar”.
Hay también en este Rincón de los milagros una ofrenda dedicada a sus muertos: los tubos de pintura, que yacen dentro de una caja de madera. Para Vilchis cada pincelada da vida a sus cuadros y es una forma de rendir tributo a los materiales que lo acompañaron en cada obra.
AMORES CLANDESTINOS
Vilchis me confiesa que sus lienzos favoritos son los exvotos de amores clandestinos porque le gustan es tipo de historias. En algunos de los cuadros la gente agradece el milagrito de no haber sido cachadas en “el asuntito”. En su estudio tiene varios:
“anima bendita del purgatorio perdóname pero el cuerpo es débil y mas al calor de unos mezcales mi novio se puso borracho y su amigo me hablo bonito y encontrando mi punto débil y yo su orgullo nunca olvidaré aquella noche en el bar ” (sic).
Y por allá hay otro:
“estando partiendo el pollo el pollero se cortó un dedo por estarle viendo las chichis a la vecina que vino a comprar su pollo y no lo culpo porque ya va creciendo, doy gracias a la virgencita porque ya sano su dedo” (sic).
El que hizo inspirado en un libro de Gabriel García Márquez dice:
“agradesco a La Costeña que después de haberme leído el libro Memorias de mis putas tristes aquí en la azotea la tome por detrás cuando lavaba su ropa sorprendida por la embestida murmurando me dijo bueno solo porque es mi cumpleaños y siguió lavando y a partir de ese día se compadece de mi soledad cada mes siempre por detrás” (sic).
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Da Vilchis dice que las historias del barrio que cuenta le salen del fondo.
“Cuando viene la gente y me confiesa una historia (por muy triste y fuerte que sea), ésta sale del alma. Siempre las pinto con el corazón, por el cariño y el respeto, por la confianza que tienen para contármela. Cuando me piden que yo lo haga me dan la oportunidad de contribuir en ese agradecimiento.”
El Da Vilchis retrata la realidad.
“Tienes un hecho real: la historia hay que transmitirla en el cuadro con toda fidelidad. Me inspiro en hechos reales, leo periódicos o la historia de México y trato de contarlo en mis lienzos. Siempre estoy apuntando cosas”.
Un día, recuerda, Carlos Monsiváis le dijo que él era un cronista-pintor porque narra el sentir de barrio a través de sus lienzos.
“Siempre que pasaba por la Lagunilla y veía mis retablos se reía, y me decía que mis retablos eran crónicas de la ciudad, que yo era un cronista de mi tiempo”.
La gente lo busca para que el testimonio de su milagro quede plasmado en el lienzo para después llevarlo a las iglesias. Sus obras están en La iglesia de la Virgen de La Soledad, en la Iglesia de Juquila y en la Basílica de Guadalupe. Más de 600 retablos de Vilchis se encuentran ahora en circulación por todo el mundo.
En uno de éstos, un migrante agradece a un santo de que no fue capturado “por la migra” estadounidense, al cruzar el Río Grande. En otro, una prostituta con un ceñido vestido color rosa encendido da gracias a la virgen de que no quedó embarazada, en una de tantas noches pasadas con clientes en un oscuro cuarto de hotel.
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VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA EXVOTOS
De La Lagunilla a París, sus retablos se han expuesto en exposiciones en Museos de Alemania, Estados Unidos y Francia. Su más grande sueño era viajar a París. En 2011 México y Francia tenían un conflicto diplomático por la disputa sobre la extradición de Florence Cassez.
Esto llevo a la cancelación de “El año de México en Francia”, celebración que tenía programada, entre cientos de eventos, la presentación de la obra de Alfredo Vilchis en el Museo de Louvre. Fueron días de incertidumbre, pero finalmente lo logró y conoció Francia. Otro milagro.
La exposición en el Louvre se tituló “El museo del mundo” y fue organizada por el premio Nobel de Literatura Jean-Marie Gustave Le Clézio, a quien el museo parisino dio carta blanca para exponer la obra del pintor del barrio. Vilchis conoció a Le Clézio en la Calle Bocanegra de La Lagunilla.
El exotista se encontraba vendiendo sus cuadros y a Clézio le atrajo su trabajo. Luego de varias visitas a su estudio le ofreció llevar su obra a París. Vilchis nunca se imaginó que sus exvotos llegarían al país galo.
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En 2004, las cineastas Luciana Kaplan y Andrea Álvarez hicieron un documental sobre la obra del pintor Da Vilchis. Milagros concedidos incluso estuvo nominado al “Ariel” por Mejor Ópera Prima Documental. En esa época Kaplan estaba a la caza de temas religiosos. Cuando conoció a Vilchis, le atrajo su capacidad de pintar temas modernos en una tradición tan antigua como los ex votos y le sorprendió su capacidad auto didáctica.
Los más recientes lienzos que Vilchis ha pintado son sobre las agresiones que sufrieron los maestros de la CNTE en Oaxaca, y sobre las expresiones discriminatorias de Donald Trump. Para él es una forma de participar en el diálogo social y contribuir con sus pinturas como protesta.
Alfredo Vilchis lleva más de treinta años resignificando los exvotos; a través de ellos se pinta a sí mismo y el sentir del barrio: personajes anónimos delineados en un juego de humor. Vilchis ha hecho una rebelión lúdica con los retablos. En sus cuadros hay guiños para quién sabe leerlos.
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Hay uno casi escondido en su rincón:
“yo soy Alfredo Da Vilchis Roque, pintor de barrio, autodidacta por afición y amor al arte, Popular creador de sueños imaginaciones y realidades porque para mi el arte es un milagro que escucho veo y siento en el sentimiento de mi México Lindo. Aquí en el Rincón de Los Milagros, Minas de San Cristo Diciembre 2000” (sic).