A pesar de los esfuerzos fue imposible establecer comunicación con las jóvenes gemelas: June y Jennifer Gibbons no dijeron una sola palabra a la policía. Acusadas de provocar incendios, de faltas a la moral, robo y vandalismo, fueron internadas en una de las prisiones de más alta seguridad de Londres: la institución para criminales enfermos mentales Broadmoor.
Fueron confinadas 11 años, rodeadas de criminales con serios problemas mentales que requerían medicamentos y cuidados especiales, así como una disciplina severa. Las gemelas Gibbons estuvieron separadas y sedadas la mayor parte del tiempo; sus capacidades intelectuales disminuyeron. Les causó tanto estrés permanecer separadas que no se movían, apenas comían y hablaban poco con los empleados del hospital. Jennifer incluso desarrolló discinesia tardía: un trastorno neurológico que provoca movimientos involuntarios, repetitivos.
De forma inesperada, su conducta cambió, se tranquilizaron; parecían más abiertas con las personas y dispuestas a recibir otro tipo de tratamiento. Entonces las autoridades decidieron trasladarlas a otra institución menos severa. Sólo que una de ellas nunca llegó.
EL INICIO
June y Jennifer eran hijas de los inmigrantes caribeños Gloria y Aubrey Gibbons. Nacieron el 11 de abril de 1963 en una base militar RAF (Royal Air Force) en Haverfordwest, Gales, donde su padre trabajaba como piloto. Desde que eran bebés, Gloria notó que las hermanas querían hacer todo juntas, y lo consideró normal pues los gemelos suelen crear vínculos afectivos muy fuertes. Pero los episodios de violencia eran evidentes: las niñas luchaban por ser alimentadas una antes que la otra o por recibir más atención.
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Debido al trabajo de Aubrey, la familia se mudó constantemente durante los primeros años de las niñas. Los cambios de escuela las unió cada vez más, y se auto excluyeron del mundo. Por desgracia sufrieron burlas por ser negras, así como por su obstinado silencio. A los once años se negaron rotundamente a hablar y a estar en la misma habitación que sus padres y el resto de sus hermanos. Cuando caminaban por la calle se turnaban para seguirse mutuamente y llevar el paso y el ritmo perfectamente sincronizados. Si alguien las miraba se quedaban quietas, congeladas. A pesar de que los padres estaban preocupados y las llevaron con diversos especialistas, la respuesta siempre fue la misma: eventualmente las niñas se adaptarían a la sociedad, era sólo cuestión de tiempo. Por desgracia, eso nunca ocurrió.
ADOLESCENCIA
Durante la adolescencia la situación empeoró. Las gemelas Gibbons solían vendarse los senos para mantener sus cuerpos planos. En 1977, pocos días después de haber cumplido catorce años, fueron enviadas al Centro de Educación Especial Eastgate. Ahí los resultados fueron contradictorios. Por un lado su capacidad para adaptarse socialmente era muy baja, además estaban sumidas en una profunda depresión; pero, por otro lado, resultó que eran coherentes en sus razonamientos e independientes la una de la otra. Mientras esperaban los resultados las dejaron en una habitación con una cámara escondida; en el video se observa que las jóvenes platican y bromean alegremente. Las terapias a las que fueron sometidas, tanto de forma individual como grupal, fueron un auténtico fracaso. No hablaron con nadie más.
Anne Treherne, una experta en mudos selectivos, como fueron diagnosticada, estaba convencida de que tenían un juego macabro: mediante señales oculares Jennifer controlaba a June como un robot y le indicaba cuándo hablar y cuando no. Además, las gemelas Gibbons se movían simultáneamente muy lentamente pero perfectamente sincronizadas, al grado de parecer inhumanas, zombis: tomaban el té o se ponían sus abrigos en perfecta coordinación de movimientos.
Cathy Arthur, otra experta, grabó en secreto el lenguaje privado de las gemelas y cuando ejecutó la grabación lentamente, se dio cuenta de que efectivamente hablaban inglés pero a una velocidad vertiginosa, difícil de comprender.
Los doctores intentaron que cada una lograra desarrollar su propia individualidad mediante diferentes tipos de terapias, pero ninguna prosperó. Además, en la escuela fueron segregadas por ser negras. Los alumnos las molestaban al grado que tuvieron que darles horarios especiales para evitar a los demás niños en las horas de descanso y de entrada y salida de la escuela. Su lenguaje se hizo aún más peculiar en este momento.
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En 1979 abandonaron definitivamente la escuela e ingresaron al seguro por desempleo. Se encerraron en su habitación a cal y a canto; ni siquiera la familia las veía con frecuencia. Gloria les dejaba la comida a la entrada de su habitación y recogía los trastes sucios; a la espera de que las gemelas salieran a la sociedad.
Gracias a que ambas escribían en sus diarios, los doctores comprendieron que existía una rivalidad constante. Jennifer nació 10 minutos después que June, y pensó que su hermana mayor sería más lista, cuidada y amada. Jennifer temía que la dejaran al final.
Diario de June: “Mi hermana quiere que seamos igual. Hay una mirada asesina en su ojo. Dios mío, me espanta. No es normal, algo o alguien la está volviendo loca. Y esa soy yo”.
ESCRITORAS FAMOSAS
Las gemelas Gibbons, que eran grandes lectoras, se obsesionaron con convertirse en escritoras exitosas durante su auto encierro. Mientras en los diarios reflejaban una vida desolada, deprimente y solitaria, en las novelas plasmaban una crueldad dinámica y activa, con varios personajes que interactuaban entre sí. June escribió Pepsi-cola Addict, que ella misma auto publicó gracias a su seguro de desempleo. Jennifer por su parte escribió tres novelas que nunca fueron publicadas.
Gloria escuchaba el frenético tecleo de las gemelas Gibbons encerradas en su habitación. Competían también en la escritura. Eran ávidas lectoras de Jane Austin y se inscribieron en un curso de escritura creativa por correspondencia. Uno de los consejos de este curso fue que no escribieran acerca de lunáticos, adictos a las drogas, prostitutas y mucho menos que ambientaran la ficción en América.
Las gemelas Gibbons, como era de esperarse, ignoraron casi en su totalidad estos consejos. Pepsi-Cola Addict trata de un héroe escolar seducido por su maestro y enviado a un reformatorio cruel, donde un guardia homosexual juega con él. Jennifer, por su parte, escribió la obra Discomania, cuya trama se centra en una disco local que incita a los clientes a actos de violencia insana. También escribió El pugilista: un médico tiene tantas ganas de salvar la vida de su hijo que mata al perro de la familia para usar su corazón en un trasplante. El espíritu del perro vive en el niño y termina por vengarse contra el padre.
June publicó Pepsi-Cola Addict a través de una empresa de auto publicación llamada New Horizon; ella cubrió los gastos de producción gracias al dinero que recibía del seguro de desempleo. Sin embargo no obtuvieron los resultados esperados. Este plan, como tantas otras estrategias para liberarse y llevar vidas excitantes, falló. Estaban frustradas y ansiaban expresarse y ser escuchadas, intentaron encontrar una identidad en un mundo que en sus propias palabras consideraban negro y ridículo. También enviaron varios cuentos cortos para revistas, pero jamás obtuvieron una respuesta positiva.
SEXO
En cuanto descubrieron que podrían ejercer su sexualidad las cosas se complicaron todavía más.
Diario de Jennifer: “Dios sabe que aquellas memorias del verano son mías, aunque ella no me haya mostrado los secretos del amor, la pasión y el sexo. Todas las memorias están en mi mente como flashazos. Alguien me dio la oportunidad de hacer algo de mi vida y yo la tomé como una niña pequeña”.
Las hermanas perdieron la virginidad con el mismo joven; Jennifer primero, y una semana después June.
Diario de June: “No me gusta el sexo. Creo que es infame y cruel. Sólo me recuesto y dejo que ocurra. Quiero romance y una relación emocional; los chicos sólo usan mi cuerpo”.
Como no lograron amor ni trabajo, se aburrieron y se dedicaron al crimen. Durante esta temporada tormentosa provocaron varios incendios. Jennifer trató de estrangular a Jane con un cable de un radio; mientras que June trató de ahogar a Jennifer en un río. Las hermanas ya eran delincuentes conocidas, bebían en exceso, fumaban mariguana, cometían robos menores y causaban incendios. Quemaron un tractor en octubre de 1981, del que resultó herido un bombero y causaron daños de 200 mil dólares. Dos semanas después cometieron el crimen que finalmente las llevó a Broadmor: vandalismo e intento de incendio en una escuela técnica cerca de su casa.
Silencio, soledad, extrañeza del mundo e incomprensión fue lo que las orilló a buscar experiencias cada vez más extremas.
BROADMOOR
En 1982 fueron internadas en Broadmoor por tiempo indefinido, rodeadas de maniacos homicidas, violadores y acosadores. Ningún otro hospital psiquiátrico las aceptó. Incluso con los experimentados doctores de Broadmoor permanecieron en un obstinado silencio. Entre más presión recibían del exterior para integrarse a la sociedad, más se ensimismaban.
Aunque las mantuvieron separadas, varias veces intentaron suicidarse y se atacaban continuamente.
Marjorie Wallace, una periodista, se interesó en el caso y empezó a visitarlas. Poco a poco se ganó la confianza tanto de las gemelas como de la familia; a tal grado que le dieron permiso para que escribiera el libro The Silent Twins, en el que relata la peculiar historia, gracias a sus conversaciones y a la lectura de sus diarios. Las gemelas se abrieron con Wallace porque fue la primera persona que leyó y comentó sus libros.
El verdadero reto para la periodista fue descifrar la caligrafía de los diarios, pues la letra era diminuta y tuvo que usar una lupa y pasar largas horas descifrando las apretadas letras. La periodista descubrió que las gemelas estaban llenas de furia una contra la otra, que no soportaban estar separadas, pero que una vez juntas, la competencia por ver quién era mejor y más querida era despiadada. Como en una película de terror, los sentimientos se mezclaban de tal forma que resultaba imposible saber si el odio y el amor nacían de cada una o del hecho de estar juntas.
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Gracias a las visitas semanales de Wallace las gemelas Gibbons empezaron a comunicarse de manera más abierta con el personal del hospital y hasta con su familia. El caso alcanzó una cierta notoriedad debido a la cobertura periodística que llevo a cabo Marjorie en el periódico Sunday Times.
Diario de Jennifer: “Ansío estar sola. Pero me estoy engañando a mí misma. ¿De verdad puedo soportar estar sola? Mi corazón no late tan rápido ahora. Sólo late rápido cuando June anda por aquí”.
MUERTE Y RESURRECCIÓN
Una vez que las gemelas Gibbons mostraron cierta mejoría las autoridades de Broadmoor decidieron trasladarlas a una institución menos severa, a la Clinica Caswell de la unidad de seguridad en el Hospital Glanrhyd, en Bridgend, un jueves por la mañana de 1993. El Dr. Chris Hunter, director de la unidad, dijo que las hermanas de veintinueve años se encontraban en perfecto estado de salud, de lo contrario no las hubieran trasladado. No obstante, en cuanto llegaron a su nuevo hogar, Jennifer, quien aparentemente dormía recargada en el hombro de su hermana, no despertó. De inmediato fue trasladada al Hospital Pricess of Wales, pero murió a las 6:30 pm, antes de que los exámenes pudieran determinar lo que le ocurría.
El diagnóstico fue que murió de una miocarditis aguda, es decir una repentina inflamación del corazón. No se encontró drogas o veneno en su sistema, y su muerte sigue siendo un misterio.
Diario de June: “Enferma mental. Psicópata. ¿Imaginen cómo me siento? ¿Yo? ¿Una psicópata mental? Sólo escucho esas cosas en películas de Alfred Hitchcock”.
Tras la muerte de Jennifer, June dio entrevistas a Harpers Bazaar y The Guardian. Ahora vive sola, cerca de sus padres en el oeste de Gales. Ya no necesita los servicios de psiquiatría; y ha logrado integrarse a la sociedad.
NI CONTIGO NI SIN TI
June y Jennifer estaban tan unidas psicológica y emocionalmente entre ellas que no podían vivir ni juntas ni separadas. June afirmaba que Jennifer era su hermana oscura que le robaba la luz del sol.
Cuando se veían en el espejo veían que su reflejo se distorsionaba y se disolvía en la imagen de su gemela idéntica, como si no pudieran tener una personalidad cada una. Durante algunos momentos, a veces incluso horas, sentían que estaban poseídas por la otra. Esta sensación era tan fuerte que sentían que sus personalidades se intercambiaban y que sus almas se mezclaban. June y Jennifer no sólo compartían rasgos físicos idénticos, también identidades idénticas, lo que se convirtió en una guerra entre el bien y el mal, la belleza y la fealdad, y al final entre la vida y la muerte.
Diario de June: “Estábamos cansadas de la guerra. Fue una larga batalla, alguien tenía que romper el círculo vicioso”.
Las gemelas Gibbons fueron rivales feroces, siempre a punto de asesinarse. El pacto de silencio que hicieron desde la infancia lejos de ayudarlas, las recluyó en su propio mundo, fuera de la sociedad.
Diario de Jennifer: “Nos hemos convertido en enemigas. Me pregunto si puedo deshacerme de mi propia sombra, ¿será posible o imposible? Sin mi sombra, ¿moriré? Sin esa sombra que considero mi lado miserable, la muerte”.