Las pandillas japonesas han destacado a lo largo de la historia por su particular manera de hacerse notar, de hacer evidente su presencia. Una vida relacionada con lo marcial y lo delictivo, y la modificación de la apariencia acorde con las emociones generadas del acelere permanente. La pandilla motera japonesa Bosozoku es una de las más representativas de este modo de vida extravagante.
Esta subcultura del Japón al igual que los samurais, los ninjas y la Yakuza, encarnó, y manifesta aún residuos, de la excentricidad que acompaña a cada movimiento cultural del país asiático. De ahí que cada que se realiza una película sobre los automóviles y el tuneo, una figura japonesa, y un auto japonés, co protagonizan la historia.
Una pandilla motera japonesa inmortal
La pandilla japonesa del Bosozoku que significa «tribu corriendo brutalmente», o bien «tribu fuera de control», representó en sus inicios, en las décadas de los 70 y 80, el gusto por la modificación de motocicletas de cuatro cilindros. Con vistosos parabrisas, cúpulas y carenados; transformaciones en el cuerpo, marco y escapes, aunado a la personalización de la pintura con colores y símbolos relacionados con el ejército japonés, la pandilla motera japonesa el Bosozoku se apoderaba de las calles.
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La cultura japonesa resalta por lo estrambótico de sus estilos. De ahí que las manifestaciones subculturales como el Bosozoku, figuraran con un violento y a la vez, por extraño que parezca, apoderamiento de las calles. Y es que en medio del caos que provocaban, tenían prohibido rebasar al sentosha, líder del grupo.
Romper las reglas sin romper el orden fue para las pandillas japonesas moteras, un distintivo peculiar. En su apogeo, a mediados de los años ochenta, el descontento con la sociedad y el gusto por las motocicletas como vehículo para desfilar agresivamente, reunió un aproximado de 42 mil miembros en distintos grupos.
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Las pandillas Bosozoku portaban uniformes de ataque (Tokku-fuku), inspirados en los pilotos Kamikaze, con enormes caracteres Kanji. La adrenalina juvenil radicaba en una conducción brutal, no veloz, mientras se gritaban palabras obscenas y se hacía uso de bates de béisbol, lanzas y tubos. En casos de batallas campales o conflictos con la policía, las tribus moteras ondeaban banderas, utilizaban espadas y hasta bombas molotov.
Con el transcurrir del tiempo, las tribus moteras se disolvieron, sin embargo, sobrevivió parte de la subcultura: El Bosozoku Style Tuning, que se enfoca en la modificación de autos con largos spoilers y parachoques. Persiste lo excéntrico, ya que se quita todo aquello que evite que los motores produzcan su ruido natural. En los casos más pintorescos, se colocan extensos tubos que extraen el sonido del motor y que forman parte de la indumentaria exterior del vehículo.
Los autos de carreras de turismo de la serie del Grupo 5 de Japón son los modelos actuales de una herencia perdurable. La extravagancia se volvió la nueva costumbre, una a la que prestigiosas marcas, representativas a nivel mundial, recurren para inmortalizar un estilo singular de tuneo. Uno al más puro estilo japonés. Uno que remite inevitablemente a las pandillas japonesas Bosozoku.
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Miguel Ángel Sosa Arzate
Miguel Sosa, fotógrafo y reportero.