Olga Costa, fue una gran representante de la pintura mexicana que se especializó en plasmar el naturalismo y la magia de lo orgánica que es la realidad en México. La artista originalmente nació en Leipzig, Alemania, bajo el nombre de Olga Kostakowsky Fabrikant, sin embargo, la fascinación que encontró en nuestro país, gracias a sus raíces tan distintas, hizo que se naturalizara mexicana, quedando perdidamente enamorada de nuestra cultura.
Con su trabajo y aportaciones a la pintura y artes plásticas logró dejar dejó huella; además de que fundó galerías, sociedades artísticas y espacios de conjunción para los creadores de su tiempo.
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La gran mudanza
México desde siempre fue un refugio para personas especiales y creativas, pues recordemos que por allá de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. La cual provocó que mucha gente terminara en el exilio. Fue así que la familia de Olga optó por emigrar a México; el 7 de septiembre de 1925 al puerto de Veracruz a bordo del Espagne.
En 1933 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes donde estudió pintura, donde tuvo como profesor al pintor guatemalteco Carlos Mérida, y en el taller de grabado de Emilio Amero. Ése mismo año Costa conoció al pintor José Chávez Morado con quien comenzó una relación amorosa y finalmente se casó en 1935.
La trayectoria de una pintora
Es en 1942, ya con varias obras en su portafolio, Olga Costa participó en la muestra colectiva 13 Mexican Art Today organizara por el Arts Club of Chicago. Un año después, se publicó el catálogo The Latin American Collection of The Museum of Modern Art de Nueva York, en el que aparece una pieza de Olga, titulada Niño. Después, el 29 de diciembre de ése mismo año se inauguró el Salón de la Pintura 1943, en la Galería de Arte y Decoración dirigida por Eduardo Méndez y su esposa, Costa fue invitada a participar con la obra La niña del gato.
La pintora tiempo más tarde presentó su primera exposición individual exactamente en 1945 en la Galería de Arte Mexicano. Olga captó los rasgos esenciales de México y los plasmó en su obra con su propio sello; caracterizado por el uso del color, la luz, la geometría y la integración de elementos de la naturaleza como plantas, frutas y flores.
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Museos y colecciones
Una de las aportaciones más importantes en el arte mexicano, hasta nuestros días. Fue la fundación del Salón de la Plástica Mexicana (1949), en el cual participaron junto a Olga Costa; Diego Rivera, Frida Kahlo, María Izquierdo y Francisco Dosamantes entre otros pintores.
En 1951 realizó su famoso cuadro Puesto de frutas, posteriormente conocido como La vendedora de frutas o Frutas mexicanas. Es uno de sus pocos cuadros de gran formato y que es considerado como el mejor cuadro del tema frutal; y ese mismo año realizó Corazón egoísta.
Otro punto que para el cual la pintora se desvivía por levantar, fueron los museos y galerías de arte. Pues además de colaborar en la capital, trabajó a favor del desarrollo de museos del estado de Guanajuato como el Museo del Pueblo.
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El naturalismo de Olga
Los elementos característicos en la pintura de Olga, fue la apropiación de los objetos inanimados y las frutas, verduras o flores. Esto como consecuencia del horror que le produjo la masificación de la sociedad moderna, por eso se dejaron de ver personas en sus obras durante un tiempo. Destaca también el uso de una extensa gama cromática y la integración precisamente de estos elementos de la naturaleza, así como de los géneros de paisaje, naturaleza muerta y retrato.
«Los frutos tropicales fueron el vehículo con el que transitó del arte ingenuo al naturalismo, al esquematismo geométrico y al Neofauvismo. Persiguiendo un refinamiento cromático cada vez mayor, más sugerente, más inventivo.”
Raquel Tibol. Crítica e historiadora de arte.
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Cinthia Flores
Fotógrafa y reportera.