El ambiente hostil de las calles de la década de los setenta fue el caldo de cultivo para la aparición de grupos de jóvenes a los que unía la precarización y la desigualdad. Éstas organizaciones no eran exclusivas de hombres, las pandillas de mujeres formaron parte de la escena cotidiana de esos años y tomaron un fuerte lugar en la colectividad y la sororidad, aún sin nombrarse feministas.
Cotidianamente las bandas de la ciudad eran reconocidas en el espacio público como grupos de hombres con indumentaria distintiva y un arrebato característico de la juventud. Sin embargo, las pandillas de mujeres también tomaron un lugar importante en la sociedad machista que condenaba aún más estas organizaciones. Al tratarse de féminas que se salían del estrecho cajón de estereotipos, se trataba de mantener guardado al sexo femenino.
Quizá el nombre que más resuena en la actualidad sobre las pandillas de mujeres sea el de «Las Castradoras» gracias a la película «La Diosa del Asfalto«. Estrenada en 2020, este filme retrata la vida de las pandilleras que aterrorizaron a los delincuentes de la entonces periférica área de Santa Fe, al cobrar justicia en mano propia contra aquellos abusadores sexuales que atacaban a las mujeres usuarias del transporte público, o a las que caminaban de noche en las desérticas y poco vigiladas calles de la zona.
Las castradoras de Santa Fe: vengadoras de la Ciudad de México
No fueron las únicas que integraron colectividades femeninas. «Las Verdugas» también se organizaron para sobrevivir en un ambiente lleno de misoginia donde las desigualdades eran un referente su localidad. Pantalones entallados, botas industriales, chalecos de mezclilla o cuero con aplicaciones de estoperoles y cabellos elevados en altas mohicanas o flecos muy elaborados, formaban parte de la estética que las identificaba.
El punk recién heredado de Inglaterra les había legado una influencia bastante notoria. El gusto por la música y la necesidad de gritar a través de la ropa y la actitud su reproche a las condiciones de vida, hermanaba a estas pandillas de mujeres que a toda costa, se hacían notar y respetar entre los habitantes de sus localidades. Daba lo mismo si era un transeúnte común o el integrante de otra pandilla, el respeto y el temor siempre estaba hacia ellas.
«Las Adelitas» eran otro grupo destacable entre las pandillas de mujeres del poniente de la capital. Convivían con otras organizaciones como los famosos «Sex Panchitos o Panchitos» cuyos códigos de honor eran similares. No ofender, ni lastimar a nadie del barrio al que pertenecían a no ser que se «agandallaran» con alguien, y ante la ineficacia de la policía, eran sus integrantes quienes ejecutaban acciones a manera de «justicieros/ as» sociales y locales. «Las Lobas» también suenan en el eco del recuerdo de un México cuyas problemáticas despojaban de sueños y ambiciones a los jóvenes.
Sukeban: pandillas japonesas conformadas por mujeres en los 60
El abuso policiaco era una constante en las olvidadas calles del poniente de la ciudad. Si ser pandillero hombre representaba un riesgo, para las mujeres era mayor porque además de enfrentar la estigmatización y la señalización, eran víctimas de ataques sexuales bajo la encomienda de «meterlas en cintura» o «enseñarles a comportarse como señoritas». Gracias a los vínculos y convenios entre las distintas bandas femeninas, pudieron hacerse acreedoras al temor de los policías por su fiereza.
El diseño de la sociedad de ese entonces estaba destinado a sumergir a sus jóvenes en la idea de un futuro lleno de pobreza y con una nula posibilidad de salir adelante. Núcleos familiares descompuestos, pobreza, pocas fuentes de trabajo que además eran mal pagadas y una incertidumbre total sobre el mañana, eran el pan nuestro de cada día de aquellos y aquellas que se reunían a escuchar música en grabadoras con bocinas tronadas al calor de una fogata con cerveza en mano o en ocasiones, una mona para olvidar.
LA DIOSA DEL ASFALTO: EL ORIGEN DE LAS CASTRADORAS DE SANTA FE
Localidades como 16 de septiembre, Tacubaya, Observatorio, Santa Fe, Barrio Norte, pertenecientes al poniente de la ciudad fueran las cunas de estas pandillas de mujeres que buscaban eliminar la idea de las «damiselas en peligro» y mostrarse aguerridas ante una sociedad que las minimizaba y violentaba. Y aunque el feminismo no tenía tanta penetración en estas comunidades, la idea de hermanarse para cuidarse y protegerse ante la hostil realidad que vivían, dejó una huella grande acerca de la colectividad femenina.
Stephanye Reyes
Periodista en deformación. Humana por imposición, bruja por elección. Ojos defectuosos pero talentosos. Hago fotografía de todo lo que mis miopes ojos ven: Ig:bruja_amapola