El tabaco representa una de las adicciones más extendidas por todo el mundo y, a pesar del enorme daño que causa en la salud de los consumidores o de todas las advertencias que existen, su compra es completamente legal. Cada cigarro está repleto de sustancias perjudiciales para el organismo y eliminar este hábito resulta especialmente complicado. Ahora bien, recientemente se han puesto de moda los vapeadores: unos dispositivos que han dado mucho de qué hablar en los últimos años. Por eso, cabe plantearse cuál de las dos opciones es peor y por qué.
El tabaco y sus dañinas sustancias
Cada cigarro trae consigo un elevado volumen de sustancias cancerígenas y adictivas que convierten al tabaco en uno de los elementos más perjudiciales para la salud colectiva. Incluso cuando hablamos del de liar. No obstante, si hablamos de los vapeadores, como es el caso del stubby aio, no se categorizan como tabaco en sí. Son líquidos que se vaporizan y pueden o no contener nicotina.
Además del riesgo de contraer cáncer, los cigarros tradicionales también son responsables de un gran abanico de enfermedades cardiovasculares y respiratorias. En este último aspecto, hay que señalar que los vapers tampoco son positivos para los pulmones; no obstante, es indiscutible que el cigarro electrónico es una opción menos dañina para el organismo. Sean o no con nicotina.
Una forma de reducir el consumo de cigarros
La adicción al tabaco es especialmente complicada de superar. Por un lado, cuando el cuerpo se habitúa a su consumo, genera una dependencia física que exige al consumidor fumar cada cierto tiempo. Algo que se puede superar en un margen de tan solo tres días. Ahora bien, esta condición es incomparable al marco psicológico; ya que, para nuestra mente, el cigarro es una necesidad prácticamente de por vida.
El síndrome de abstinencia psicológico nace porque el cerebro asocia el tabaco a todo tipo de momentos. El cigarro con el café, el de después de comer, el del descanso del trabajo… Diferentes situaciones que nuestra mente incorpora como un hecho y que, cuando eliminamos el tabaco de la ecuación, se traducen en momentos de verdadero estrés y ansiedad.
Por eso, hay que valorar el papel de los vapeadores en estas circunstancias. Son una buena manera de engañar a la mente para así reducir gradualmente el consumo de tabaco. Algo que, sumado al hecho de que se puede ir reduciendo poco a poco el nivel de nicotina en los cigarros electrónicos, simplifica también el hecho de superar la adicción física.
Todo, con moderación, está bien
Hay una realidad que no se puede discutir en lo relativo al consumo de los cigarros electrónicos: introducir vapor en los pulmones con las sustancias del líquido de estos positivos no es sano. Tampoco lo es alimentarse con comida basura o posponer la cita con el deporte. Sin embargo, con moderación, todo está bien.
Y es que esto no es viable con el tabaco tradicional. Las sustancias del cigarro son altamente adictivas y, aunque se quiera fumar con moderación, es inviable lograrlo a largo plazo. El cuerpo cada vez exige más. Ahora bien, con el vapeador, al carecer de nicotina, sí puedes tomarlo como algo exclusivo del ocio y evitar el uso abusivo de estos artículos.
El papel de los vapeadores a nivel social
Dejando de lado al consumidor, queremos hablar también de lo que implica la aparición de estos dispositivos a nivel social. Los fumadores pasivos han sido víctimas indirectas de los cigarros y, a pesar de las prohibiciones en los espacios cerrados, en las zonas al aire libre sigue estando permitido fumar. Algo que repercute nocivamente en la salud de quienes no fuman.
Con los vapeadores, esto ha dejado de ser así. Quienes se encuentran en la terraza o la calle no tienen por qué aspirar el humo del tabaco de quienes están al lado. Menos todavía sufrir por su mal olor. Una evidencia más que nos lleva a afirmar, sin miedo a equivocarnos, que el cigarro es mucho peor que el vaper.